A la hora de recordar títulos míticos del genero beat’ em up (conocidos también como brawlers o juegos «Yo contra el barrio») ya sea en consolas domésticas o en arcades de recreativos, siempre hay dos nombres que salen a relucir. Uno es sin duda el legendario Final Fight, de la no menos legendaria compañía Capcom. Una recreativa con solera que gracias a su calidad se vio portada a sistemas como SNES. El otro, lo encontramos en la competencia directa de la consola de 16 bits de Nintendo, la querida SEGA Mega Drive, y es una saga de videojuegos amada por todos: Street of Rage. Formidable franquicia que nos cautivó a muchos chavalines en su día y que hoy día sigue presente en la memoria de los aficionados al género de los mamporros.

Pero, ¿qué otros juegos similares recordáis vosotros con cariño? Personalmente, aparte de «Vendetta» (maravilloso), «Captain Commando» (inconmensurable), «Cadillacs & Dinosaurs» (imprescindible) y el extravagante pero con encanto «Mutation Nation» de Neo Geo, guardo un rincón muy especial en mi corazoncito de gamer (vaya cursilada acabo de soltar) para el único e irrepetible «Bad Dudes VS Dragon Ninja» (1988) de Data East. ¡La de monedas de 25 pesetas que pude haber echado a esta endiablada máquina, pardiez! Recuerdo que en un bar cercano a casa de mis abuelos, en una esquina apartada de la barra, tenían este alucinante arcade. Era maravilloso y muy adictivo, la verdad.

De hecho, sigo pensando que es un juego el cual, pese a sus evidentes carencias técnicas, puede competir de tú a tú con otros grandes nombres del género. El argumento de este juego nos presenta a dos hermanos (Blade y Striker) los cuales podremos distinguir gracias al color de sus pantalones, que deberán recorrer diversos lugares de la ciudad para rescatar al mismísimo Presidente de los EE.UU. (puestos a participar en un rescate en el que repartamos hostiejas por doquier, hagámoslo salvando a alguien importante de un maloso, que demonios). En concreto, debíamos visitar cinco escenarios diferentes con sus correspondientes «bosses» (especialmente entrañables el «calvete gorderas» que lanzaba fuego por la boca o el maestro ninja con el poder de multiplicarse a voluntad) hasta llegar a enfrentarnos al malo final del juego (como toda la vida de Dios, vaya). Escenarios que, para variar, iban desde las calles de la ciudad, las alcantarillas, un bosque o incluso un tren de mercancías.

Los gráficos de este juego igual no eran tan llamativos como los de Final Fight (por poner un ejemplo) pero cumplían de sobra en un juego el que primaba la jugabilidad por encima de todo. Los sprites, algo toscos, no dejaban de tener su aquel (como quien dice) y acababas atraído irremediablamente por los personajes principales, los típicos «masilla» y, por supuesto, por los jefes finales. El juego, un beat’ em up en 2D con scroll lateral, poseía todos los elementos necesarios para enamorar al chaval de la época: nunchakos chungos, ítems de tiempo con forma de reloj, latas de refresco para reponer vida, chicas malas con mallas de rejilla y coleta, perretes asesinos e incluso una fase en la que peleabas encima de un camión. Casi nada. La mejor conversión de todas fue sin duda la de NES, ya que es la que mejor supo recoger la esencia de la máquina original y llevarla a muchos hogares donde pudo ser disfrutada por los viciosos aficionados al género, ávidos de reproducir en sus casas la magia de la recreativa.

Sin duda «Bad Dudes» tenía algo especial que hacía que volvieses a él una y otra vez. Puede que fuese lo absurdo de su propuesta, sus penetrantes y seductoras melodías, sus voces digitalizadas, sus esbirros ninja a cada cual más cansino (acostumbraban a aparecer por diestra y siniestra para quitarte vida a base de golpes o espadazos) su adictiva jugabilidad o quizá, incluso, esos gráficos que, por alguna extraña razón, encadilaban al más pintado. Ojo a los dos finales del juego, el occidental (el que todos conocemos con ese ágape tan patriótico al que somos invitados por el propio jefe del estado norteamericano) y el nipón, algo más diferente. Si no lo jugaste y has oído hablar de él, te recomiendo que le des caña al Mame y descubras como nos las gastábamos en nuestra época. Y si también es de tus favoritos, espero haber conseguido que vayas de nuevo a comprobar si aún guardas la ROM en tu viejo PC. Sí, lo sé… I’m bad!

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