En 1989, un juego de Capcom basado en una popular serie de animación de Disney encandiló a los usuarios de NES. Hablo, como no podía ser de otra manera, del gran Ducktales, un título genial para la consola de 8 bits de Nintendo enmarcado en el género de las plataformas y que (de la mano de la propia Capcom) no tardó en dar el salto al terreno portátil gracias a su buena acogida.
Ducktales recibió muy pronto un estupendo port para Nintendo Game Boy que se convirtió en uno de mis favoritos inmediatamente. Actualmente, la compañía japonesa prepara una versión HD remasterizada para las consolas de sobremesa pero hoy, en Joyas de Bolsillo, es el turno de la versión para Game Boy de Ducktales.
Como digo, la versión para la portátil de Nintendo vio la luz poco tiempo después de que fuese lanzado el juego en NES y fue todo un éxito. Con Keiji Inafune dirigiendo el cotarro muy mal se le tenía que dar a Capcom no sacar un port digno para su hand-held de 8 bits. Y, dicho sea de paso, es una conversión casi idéntica (con algunos pequeños matices, obviamente) a la de la consola de sobremesa.
Manejando al popular Tío Gilito, teníamos que atravesar cinco niveles diferentes para conseguir el mayor tesoro del mundo. Lo bueno era que se nos brindaba la opción de escoger el orden que deseáramos para recorrerlos pero al final había que completarlos todos (llaves de acceso incluidas) para poder enfrentarnos de ese modo al enemigo final. No era un juego excesivamente largo ni complicado, por lo que a poco que uno se esforzaba por completarlo lo conseguía sin muchos quebraderos de cabeza.
En esta aventura viajaríamos por diferentes escenarios como Transilvania, las heladas tierras del Himalaya, el Amazonas e incluso la Luna (sí, lo sé) luchando contra animalejos y seres tales como fantasmas, arañas, gorilas, abejas asesinas, momias, serpientes y otros especímenes de similar calaña como los Golfos Apandadores.
Con nuestro bastón como arma, podíamos saltar sobre los enemigos y acabar con ellos y además, podíamos destruir los bloques de piedra que halláramos por el camino para conseguir diamantes. Éstos, también estaban ocultos en cofres y otros objetos pero deníamos además tener cuidado con las trampas ocultas ya que en ocasiones no topábamos con desagradables sorpresas. También podíamos escalar por una especie de cuerdas situada en puntos estratégicos de las zonas para acceder a niveles superiores o directamente dejarnos caer a los niveles inferiores, teniendo siempre cuidado de no hacerlo sobre aquellos huecos que en realidad nos precipitaban al vacío y, evidentemente, nos hacían perder vidas.
Contábamos con la ayuda de varios personajes recurrentes de la serie que nos daban información o nos proporcionaban ayuda de diversas maneras. Para no perder las costumbres del género, gracias a varios tipos de pasteles lográbamos rellenar nuestra barra de vida. Además, en ocasiones había que liberar de su cautiverio a los famosos sobrinos los cuales, muy agradecidos, nos obsequiaban con pistas de hacia donde debíamos ir en cada momento para no perdernos por el mapeado.
Como véis, aunque en conjunto era un juego notable, la mayor virtud de esta joya de bolsillo, la encontramos en el aspecto jugable. Era tremendamente entretenido y poseía «un algo» que enganchaba bastante, consiguiendo que no te cansaras nunca de jugar. Yo al menos no lo he hecho, después de tantos años.
Eso sí, uno de los aspectos que más me gustaban del juego es la música. Yoshihiro Sakaguchi se encargó de componer unas melodías pegadizas, en consonancia con la serie y los personajes. Gran trabajo del maestro nipón, tanto en las canciones (una diferente por cada zona a recorrer) como con los efectos de sonido (muy divertidos y variados) por lo que considero que en este apartado el título destacaba bastante.
Los gráficos estabán realmente bien (teniendo en cuenta las limitaciones de la pantalla verde monocromo de Game Boy) y respetaban fielmente los sprites del juego original. Poco se le puede reprochar al juego en este sentido, ciertamente.
En definitiva, un cartucho sin duda marcó a muchos jugones que, a principios de los noventa bajaban a jugar a la calle con sus amigos, con la Game Boy en una mano y el Bollycao en la otra (Ains, que recuerdos. ¿Verdad?).
Francamente, desconozco que tiene en mente la gente de Capcom para la remasterización en alta definición del juego que verá la luz en las consolas de esta generación (pronto lo sabremos, pinta bien la cosa en principio) y si acabará saliendo también en 3DS/Vita pero lo que sí es seguro es que tanto el original de NES como este port de Ducktales siempre ocuparán un rincón destacado en el corazoncito de muchos.