Hace ya algunos años llegó a las consolas de séptima generación un magnífico hack n’ slash llamado Ninja Gaiden II. A pesar de que vio la luz antes en Xbox 360 como exclusiva temporal (en 2008), hay que señalar que esta secuela de Ninja Gaiden (Xbox, 2004) y Ninja Gaiden Black (Xbox, 2005) fue lanzada también un par de años después en PlayStation 3 bajo el subtítulo de «Sigma 2«, pues el primer juego ya poseía esa denominación significativa en la consola de Sony (Ninja gaiden Sigma, 2007). Más tarde, tanto el primer juego como su segunda parte fueron portados a PS Vita, pero en el caso del segundo juego (Ninja Gaiden Sigma Plus, 2013), con un resultado que no fue el esperado por los usuarios de la portátil.

Si hablamos de Ninja Gaiden II en las consolas de sobremesa, hay quien considera que la mejor versión era sin duda la de la consola de Microsoft dado que en PS3 el juego tenía algunos recortes en lo que a contenido violento se refiere. A cambio, traía consigo una serie de añadidos y mejoras que únicamente pudieron disfrutar los usuarios de los sistemas de entretenimiento digital de Sony. A mí personalmente me gusta más la versión de Xbox 360, pese a tener las dos versiones en mi colección (la de PlayStation 3, en su edición coleccionista la cual me gusta bastante porque, además de un CD con la mágnifica banda sonora del juego, traía un cómic basado en las andanzas del protagonista).

Todos esperábamos que la tercera entrega de la saga protagonizada por el legendario maestro ninja del Dragón, Ryu Hayabusa, siguiese más o menos las premisas de la mencionada formidable segunda parte, pero desafortunadamente no fue así. Hay que decir que fue un título correcto en la mayoría de sus apartados que, si bien vio reducidos (e incluso mermados) algunos de los elementos característicos de la franquicia e introdujo polémicas novedades, no es tan mal juego como algunos nos quisieron hacer creer en los diferentes análisis y reseñas publicadas en su momento en algunos medios profesionales y/o blogs de aficionados que inundan el sector del videojuego.

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Cierto es que está por debajo de sus predecesores en algunos aspectos pero eso no quita que el juego tenga mucho (y bueno) que ofrecer a los numerosos fans del género, si eres capaz de dejar Ninja Gaiden II de lado para disfrutar dando espadazos y desmembrando ninjas y monstruos mutantes. Decir que, una vez más, fue editado por la gente de Tecmo Koei y distribuido por Koch Media en dos versiones diferentes, una normal y otra algo más completa (y mejorada) denominada «Ninja Gaiden 3: Razor’s Edge» (que es la que merece la pena tener). Vamos a hablar ya en profundidad de la tercera entrega de la saga Ninja Ryukenden (o Shadow Warriors que es como se la conoció originalmente en Australia y algunos países europeos) en su segunda encarnación, tras el éxito de esta tanto en la fantástica máquina recreativa como en diversas sistemas de entretenimiento doméstico como NES, Master System o Game Boy entre otras).

El juego se puso a la venta en 2012 (hablamos del original, no de la versión «Razor’s Edge» que llegó algo después también a Wii U en un port «vitaminado» ex profeso para la consola de Nintendo que tuvo una gran acogida debido a una serie de mejoras implementadas) para Xbox 360 y PlayStation 3. La mente prodigiosa de Tomonobu Itagaki, el mayor artífice e impulsor de Ninja Gaiden II había abandonado el Team Ninja tras la segunda parte (¿o fue despedido? Da igual, para el caso es lo mismo) y hay que reconocer que su ausencia en este Ninja Gaiden 3 se nota bastante.

Sin la afilada espada del maestro

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De este modo, sin la guía y el buen hacer de Mr. Itagaki, es el productor Yosuke Hayashi quien toma las riendas del nuevo proyecto. Hayashi se encarga de Ninja Gaiden 3, tal y como os contamos en su momento en este artículo sobre la presentación del juego donde él mismo nos visitó para explicar en primera persona todas las novedades que traería consigo el juego. La pena es que, en honor a la verdad y sin dejar de ser un buen juego de acción, cuando juegas a esta tercera entrega te das cuenta desde el primer momento de que el juego adolece de muchos errores al tiempo que posee ciertas carencias que no hacen más que confirmar el increíble carisma que el genio de Itagaki aportaba a la segunda génesis de la franquicia.

El primer punto negro del juego está relacionado, lamentablemente, con la dificultad. El santo y seña de la saga en los tiempos modernos (gracias a la obsesión de Itagaki) y que se vio reducida considerablemente en Ninja Gaiden 3. Es mucho más sencillo que sus predecesores (al punto que simplemente con cubrirse, bloquear los ataques y contraatacar lo tienes todo hecho) y al incluir muchos enemigos en pantalla que aparecen de manera continuada (y repetir la misma mecánica de juego una y otra vez) el jugador corre el riesgo de caer en el hastío y soltar el mando Seguir la senda del Dragón no es excesivamente complicado y eso no agrada a los «gamers más duros», acostumbrados a batirse el cobre en las tierras baldías de juegos como Dark Souls.

Está claro que es un título que disfrutarán los fans más acérrimos del género (y de la saga, obviamente) siempre y cuando acepten de buen grado cosas como el extraño sistema de guardado, los excesivos QTE y una historia que no está mal, pero que también nos deja la sensación de que se podía haber hecho un mejor trabajo narrativo con ella. Nos gusta repartir, sí, pero las hostias y los cortes sanguinolentos saben mejor con un trasfondo trabajado. Para colmo, se quiso «humanizar» al personaje protagonista pero el resultado es pueril en algunos momentos concretos y el final no convence en absoluto, ya que desprovee absolutamente de carisma a un villano sobre el cual se ha creado mucha expectación mientras se desarrolla la trama principal.

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No todo va a ser malo

Técnicamente, da la talla, sobre todo a nivel gráfico. La paleta de colores es más oscura que en sus predecesores, predominando el negro y el rojo, principalmente. El diseño de los personajes es fantástico (muy japonés, también), en la línea de lo que gusta a los habituales de estos títulos y no faltan los imprescindibles mutantes, arañas gigantes, los helicópteros, los jefes finales de dimensiones gargantuescas y los cyber-soldados y sus mecha-tanques. Las aliadas de Hayabusa también lucen fenomenal y controlarlas es una gozada (aunque no lograr aportar demasiada variedad al desarrollo de la historia pese a intentarlo con fuerza) y, tanto los villanos como los vehículos que aparecen en el juego, así como los escenarios, no dejaban al jugador indiferente.

Si hablamos del sonido, señalar que la música es realmente buena, hecha al gusto de los seguidores de este tipo de productos y con temas muy disfrutables y de gran calidad, como pasaba en la segunda parte. Nada que objetar en este sentido. En resumidas cuentas, luchar en entornos como el desierto, la jungla, complejos industriales o la ciudad de Londres, tiene su aquel. Es comprensible que, aquellos que buscaban una continuación similar a la segunda parte, quedaron decepcionados pero si juzgamos al juego como tal, hay que reconocer (y más viéndolo ahora, en perspectiva y pasados algunos años) que hay juegos en el género bastante peores que hemos tenido la desgracia de jugar.