Garth Ennis y John McCrea, al frente de la colección de The Demon, retuercen más si cabe el concepto creado por Jack Kirby e introducen nuevos elementos que dotan al personaje de gran atractivo.
Hablar de The Demon es hablar, posiblemente, de una de las mejores creaciones de Jack «El Rey» Kirby (con la enorme e inherente complicación que ello conlleva, ya que de su febril e inagotable mente maestra creativa han nacido numerosos personajes e historias fundacionales). Al menos, para el que escribe estas líneas siempre ha sido uno de sus personajes favoritos. Como digo, Etrigan (nombre real del demonio rimador) nació en los maravillosos años setenta gracias al caudal imaginativo de un Kirby que, tras abandonar La Casa de las Ideas, había recalado en «La Distinguida Competencia» donde, además del personaje que nos atañe hoy, dio forma a nuevos dioses en su «Cuarto Mundo» (sin el que el Universo DC sería muchísimo más descafeinado y no molaría ni la mitad de lo que lo hace ahora), creó conceptos tan atractivos como Hermano Ojo y Omac (el hombre que prácticamente es un ejército él solo) y, otra de mis preferidas suyas, el surrealista mundo de Kamandi, «el último chico vivo de la Tierra»; que es básicamente una mezcla fantabulosa de aventuras pulp, seriales televisivos de Ciencia-Ficción y una obra maestra del cine como es «El Planeta de los Simios«.
The Demon, nos presentaba a un poderoso demonio de tez dorada llamado Etrigan, el cual estaba unido de por vida a través del alma a un demonólogo llamado Jason Blood. ¿El causante de esto? Nada más y nada menos que el legendario Mago Merlín, el cual necesita a Etrigan para su lucha contra la malvada bruja Morgana Lefay en los tiempos de Camelot. Con la repentina desaparición de Merlín, llegamos hasta el siglo XX, época en la que Blood se funde con Etrigan y ambos se ven condenados a vivir eternamente soportándose el uno al otro. Kirby, se había inspirado en unas páginas del ‘Príncipe Valiente’ de Harold Foster publicadas en 1937 para la creación a nivel estético de Etrigan y también en una película-documental sobre brujería de 1921 llamada «Häxan», según algunos expertos.

Entintado por Mike Royer, en este Demon primigenio de «The King» (que aún no se había ganado su título de «rimador») se mezclaban los mitos artúricos con niños-brujos y otras extrañas criaturas salidas de inquietantes universos. Aquellos números de 1972 a 1974 de Kirby dónde se presentaban las andanzas de Etrigan y Jason Blood, fueron otro derroche de maestría que inspiró a artistas posteriores y nos dejaron personajes y situaciones que han trascendido hasta nuestros días. Un concepto genial, que después potenciarían autores como Matt Wagner (maravillosa etapa ochentera, por cierto), Alan Grant, Val Semeiks y (con más desacierto que otra cosa, dicho sea de paso) el amigo Byrne.
Pero volvamos a la etapa de los señores Ennis y McCrea, ya que hace relativamente poco fue publicada íntegramente por ECC Ediciones en dos formidables tomos en cartoné que ningún fan de este demonio rimador de aspecto imponente debe perderse. El propio Ennis cuenta que era muy fan del Demon de Kirby pero que uno de los momentos del personaje que más le enamoró fue el uso que hizo Alan Moore del mismo en su «Cosa del Pantano». Cuando la colección de Etrigan estaba más muerta que otra cosa, el editor Dan Raspler confía en el irreverente y genial guionista Garth Ennis para que de un vuelco a la situación y haga, básicamente, lo que le de la gana. Ennis, fan del personaje, no quiere alejarse mucho de ciertos tópicos de las historias demoníacas pero pretende ahondar en determinados personajes y hacer un trabajo digno de sus predecesores. Y, lo más importante, crea algunos personajes que son memorables. De ese modo, por ejemplo, tenemos en esta etapa el debut del carismático «Hitman«, el asesino a sueldo con visión de rayos-X y telepatía, toda una suerte de mercenario irlandés amante de las armas y del alcohol.

Tommy Monaghan (nombre real de Hitman) acabará teniendo una curiosa relación con Etrigan y, sobre todo, con Jason Blood. Sus apariciones son de lo mejor de estos dos volúmenes, ya que aparte de su origen, veremos también como se las gasta vaciando cargadores o que su pasatiempo favorito es beber en el bar de Noonan hasta desmayarse. Todo un carácter. Además de Hitman, son especialmente reseñables otros personajes que aparecen en este tomo como «Lord Baytor» (archidemonio gritón pero a la vez parco en palabras), el Capitán Escoria y su hilarante tripulación pirata, un par de extraños cojines vivientes (que para más inri están enamorados), «La Cosa que nunca muere» (un ente tan increíblemente ridículo que al final hasta le acabas cogiendo cariño) o arcángeles de la guerra ultra-violentos pasados de rosca. Toda una pléyade de personajes imposibles que, unidas a las situaciones que plantean aquí el binomio Ennis/McCrea hacen de esta etapa sin duda la más gamberra, delirante y divertida de todas las del demonio rimador. Otro elemento que introduce Ennis es que Etrigan se comporta realmente como lo que es: un demonio de los más peligrosos del Infierno. Que juega sucio, que quiere divertirse siempre haciendo maldades y al que no le importa nadie excepto sí mismo. Quizá todo eso estaba antes en mayor o menor medida pero el guionista irlandés lo lleva a su máxima expresión aquí. Demon no es un héroe. Ni falta que hace. Es el Príncipe del Infierno y se comporta como tal.
Algunas tramas no son nada originales pero sí muy salvajes, entretenidas y alocadas, gracias también al fenomenal trabajo de un John McCrea al que le viene como anillo al dedo este personaje y otros de carácter demoníaco. McCrea tiene un estilo muy personal, contundente y de una gran fuerza visual. Posee un trazo muy llamativo, casi podría decirse que demente por momentos (algunas viñetas son dignas de la peor de las pesadillas) y su narrativa es siempre muy correcta. No es el primer cómic que hacían juntos pero sin duda es la obra en la que se les ve más compenetrados y la verdad es que el resultado final es la muestra de lo bien que trabajan estos dos genios juntos. Ah, no hay que olvidar que en un par de números es sustituido por Peter Snejbjerg y no defrauda, ya que está también a un gran nivel.

De las diferentes historias que conforman esta etapa, la más llamativa quizá sea el asunto del embarazo de Glenda y las repercusiones que este traerá para el mundo, ya que el maquiavélico Etrigan tiene planes muy concretos para el bebé. Todo ello, unido al regreso de Merlín y la recuperación de los recuerdos perdidos de Jason Blood o la violenta batalla infernal entre ángeles y demonios por la Corona de los Cuernos (que incluye vehículos aéreos que son mitad tiburones, mitad aviones y tanques nazis, entre otras lindezas) hacen que el cómic sea un derroche bestial de gamberrismo, tramas delirantes y alguna que otra idea brillante. Además, en estos dos tomos imprescindibles para los amantes de este peculiar personaje, se aprecia un profundo respeto hacia la obra original de Kirby y, especialmente, a aquella lectura de Moore, Bissette y Totleben que encandiló a Ennis siendo un chaval. Para finalizar, simplemente me queda ya citar al propio Etrigan: «Aquí se acaban mis rimas. ¿Os preocupa lo que pienso? Pues dejad de preocuparos, ese es mi consejo. Soy un demonio, y sólo digo mentiras. Como todo lo bueno, esta historia aquí se termina.»
Me lo pasé en grande leyendo esta etapa de Demon. Ennis dando caña verso a verso y Mcrea con su particular estilo que le viene de lujo al personaje y a su entorno.
Muy recomendable 🙂
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