A veces, cuando un autor se propone crear una reinterpretación moderna de un mito o cuento popular, el lector puede encontrarse con inesperados resultados. Hay cosas que, por mucho que tu apellido sea Morrison y tu nombre Grant; y por más que seas una de las mentes más brillantes del noveno arte y uno de los guionistas con más talento de la industria del cómic, no resultan una empresa fácil. Narrar una nueva versión de un personaje tan conocido como Papá Noel, tan arraigado a la cultura y al saber popular de todo el planeta, puede salirte acojonantemente bien o puede acabar siendo un absoluto fracaso.
A priori, la propuesta de Grant Morrison (Los Invisibles, Flex Mentallo, La Patrulla Condenada) y el joven dibujante costarricense Dan Mora (Hexed) parecía de lo más interesante y llamativa. Sobre todo a nivel visual (para que nos vamos a engañar) ya que las primeras imágenes que nos llegaron en forma de avance resultaron claramente esperanzadoras. Al verlas, uno no podía evitar pensar: – «Está Morrison. Y el dibujante es increíblemente talentoso… ¿Qué puede salir mal?». También es cierto que, cuando esperas una obra con muchas ganas, el hype puede convertirse en un arma de doble filo que incluso logra que aquello que pensabas iba a ser un goce tremendo puede que se transforme en una decepción terrible al final.
Llegado este punto, hay que señalar que ‘Klaus’, una miniserie de siete números publicada por Boom! Studios, llegó a finales de 2015 al mercado USA y a día todavía no la hemos catado en nuestro país, editada como Dios manda en el idioma de Cervantes. Y, ciertamente, tras las malas críticas cosechadas en algunos medios especializados de renombre estadounidenses, puede que tarde en llegar. Un momento, ¿malas críticas? ¿Una obra de Morrison? ¡Oh, Dios, mío! Antes de que se os salgan los ojos de las cuencas, os diré que efectivamente es un cómic que ha defraudado a la mayoría de aquellos que lo han leído. La gran pregunta es, ¿es tan horrible realmente como señalan algunas reviews ?
A decir verdad, no es que sea un cómic de esos que fallan estrepitosamente en todo pero sí que es cierto que va dejando una sensación de decepción que va in crescendo a medida que van avanzando los números. Al menos, ese ha sido mi caso. El cómic no empieza mal, con un arranque que, si bien no es espectacular, al menos nos ofrece la dosis de misterio justa para querer leer el segundo número. Pero poco a poco la historia se va llenando de tópicos que hemos visto miles de veces en los cuentos populares como el caudillo malvado que tiene subyugado (e incluso esclavizado) a su pueblo, una dama de la corte desdichada que en realidad ama al bueno pero está casada con el malo y así hasta el infinito.
La historia nos presenta una particular y ramplona versión del tradicional mito navideño, pasado esta vez por el tamiz de la fantasía medieval y las tradiciones vikingas y siberianas. El protagonista, un tipo con aspecto de bárbaro de las tierras del norte, llamado Klaus, el cual viaja siempre con un lobo blanco, se ve implicado en las vidas de la buena gente de la tierra de Grimsvig al tener ciertos problemillas con los hombres del Barón Magnus. Más adelante veremos que todo este mal rollo viene de atrás y, lo más llamativo, es que nuestro héroe tiene una habilidad especial que le hace diferente: es capaz de fabricar juguetes que cobran vida. Como resulta que los juguetes están prohibidos para todos los niños, Klaus deberá poner remedio a esta injusticia en mitad de la fiesta de Yule (celebrada en el solsticio de invierno y que no deja de ser otro nombre para denominar a la Navidad), al tiempo que intentará acabar con la esclavitud de los mineros y tratar de recuperar al amor de su vida. El maloso de turno, intentará recurrir a «artes oscuras» para tratar de impedírselo. Todo muy bonito y muy manido, por cierto.
Vale, sí, es un simple cuento, sin más pretensiones y lleno de topicazos, lo hemos pillado. Pero es que, viniendo de quien viene, uno se espera cierta dosis de genialidad, porque, en honor a la verdad, Klaus no llega ni por asomo a las cotas de calidad a las que nos tiene acostumbrado el escocés con sus trabajos. Tiene algunos detalles interesantes como cambiar a los renos por lobos y también hay referencias a la Pascua navideña relacionadas con Santa Claus que no dejan de aparecer de manera anecdótica, como la famosa chimenea, el infaltable árbol o la presencia de colores como el rojo y el blanco en determinadas vestimentas pero, para colmo de males, el protagonista de esta nada pretenciosa historia, adolece del carisma que se le presupone a una figura legendaria. No esperes ver un bárbaro apilando cráneos en esta historia. Klaus es diestro con la espada, sí, pero prefiere tocar la flauta en las fogatas y además le protegen los espíritus del bosque.
Por suerte, el dibujo de Dan Mora (premio Russ Manning Promising Newcomer Award por la propia Klaus y por Hexed, no lo olvidemos) raya a un gran nivel. Es un artista brillante con un estilo muy llamativo y vistoso, ideal para el sentido fantástico que posee la obra. Quizá lo más interesante de este «Klaus», sea precisamente el acierto de haber escogido un dibujante como él, ya que el tono «ligero» y desenfadado (tan propio de las historias fantásticas de aventuras y espadas) le viene como anillo al dedo. Pena que la trama y los diálogos de Morrison no acompañen en esta ocasión. Claro que de haber sido un cómic más salvaje y violento, quizá también hubiese sido necesario otro tipo de dibujante.
En definitiva, una obra que no ha superado las expectativas que había depositado en ella. Lo que parecía que iba a ser uno de los mejores cómics del pasado año, que nos contaría los orígenes de esta leyenda, para nuestra desgracia se queda un «quiero y no puedo» como cómic en sí, con una narración de ritmo irregular y un final que, por desgracia, tampoco está a la altura. Es sorprendente que Morrison (el cual está irreconocible aquí) no logra convencer con unos personajes vacíos, demasiado arquetípicos tanto en aspecto como forma. Como punto positivo, salvo al bueno de Mora al que sin duda lo veremos pronto en alguna grande con un encargo importante o en proyectos independientes de gran nivel. Y en cuanto a Morrison, sinceramente, creo que no recuerdo una obra del escocés tan floja como esta. Incluso su a menudo olvidada Happy! es más interesante. Pese a todo, mi admirado Grant, no he perdido la fe en ti. Una mala tarde la tiene cualquiera.