La extinta editorial Bruguera (que comenzó a publicar tebeos en los años veinte, que se dice pronto), dentro de la famosa colección Olé!, nos dejó a pricipios de los setenta y parte de los ochenta innumerables historias protagonizadas por personajes maravillosos a cada cual más divertido y particular que se hicieron tremendamente populares.
Además de los más famosos, clásicos como Mortadelo y Filemón, Zipi y Zape o El Botones Sacarino (por citar a algunos) también pudimos disfrutar de otros muy interesantes como es el caso del personaje que nos ocupa: Benito Boniato, estudiante de bachillerato.
El personaje, bautizado con el excéntrico nombre de Benito Boniato y portando su correspondiente «coletilla» (algo habitual en la casa, casi podríamos decir que era una marca registrada) nació de la mente de los Hermanos Fresno, dos autores de la época que hicieron debutar a su retoño en la revista Zipi y Zape, donde ganó cierta notoriedad entre los lectores. Gracias a que sus aventuras se hicieron muy populares con el tiempo, el bueno de Benito se ganó el derecho a tener su propia serie.

Es un personaje hijo de la época, que repite muchos de los clichés que ya vimos en otros de sus coetáneos pero que no por ello está exento de gracia y entretenimiento, ya que los hermanos Fresno colocan al bueno de Benito en situaciones dantescas que deliberadamente buscan la risa del lector. De hecho, sus desventuras fueron incluidas también en la colección «Clasicos del Humor» y ciertamente, es un personaje que se lo merece.
En «Superhéroe Del Cómic«, el cómic del que os hablamos hoy en la web, sus creadores hacen una divertida parodia tras otra de todos los héroes clásicos del cómic y del cine, lo cual es una delicia para los que gustan de este tipo de productos culturales.

Así, vemos a nuestro héroe (un chico de barrio que no deja de ser un estudiante gamberrete que junto a sus amigotes se mete en líos típicos de los chavales de aquellos años constantemente) convertido en agente secreto con licencia para fracasar, Tarzán de la jungla calzonazos, aguerrido sargento inmerso en hilarantes misiones militares, astronauta lerdo, caballero andante de tres al cuarto, Superman de pacotilla e incluso cowboy del Far West.
Dibujado en 1981 pero editado en 1983 (para la colección Olé!, como he mencionado más arriba) parte de una divertida premisa que es convertir a un simplón Benito, hastiado de su vida aburrida, en uno de esos héroes de acción que se llevan la fama y la gloria en las historietas que él mismo admira.
Las líneas entre cómic y realidad son difusas y se mezclan una y otra vez para enfrentar a Benito Boniato con Fresno e incordiarle a cada momento, siempre con la queja de que su creador es un artista mediocre y no le trata como se merece (ya que otros personajes son estrellas de la viñeta y a él se le representa como el eterno perdedor). Un recurso que también vimos explotado hasta la saciedad en aquellos tebeos de esos maravillosos años.
La excusa de todo es que quiere vivir aventuras dignas de los grandes personajes de Harold Foster, Alex Raymond o Edgar Rice Burroughs («¡A ver si haces que me pasen a mí aventuras como estas!»). El dibujo de Fresno es detallista y, aunque obviamente tiene muchas reminiscencias de la época, pone de manifiesto los recursos técnicos del artista. Cada viñeta es digna de ser observada con detenimiento, como sucede con los trabajos de otros grandes como Ibañez, por ejemplo. Si a ello le sumas que todas las historias son francamente divertidas, las risas están garantizadas.
Una gozada para los nostálgicos amantes de aquellos maravillos tebeos de la Editorial Bruguera pero que, en honor a la verdad, es difícil que conecten con el lector actual. Aunque pensándolo bien, no está de más reinvindicarlos y que las nuevas generaciones de fans de los cómics se acerquen a ellos y descubran un estilo de cómic que fue el rey de la época y que inundó los quioscos de nuestras ciudades durante años. ¿Y qué mejor tebeo para conocer a Benito Boniato que éste?