Uno de los cambios que más polémica está suscitando en Marvel es el de Venom, que llega con nueva colección a esta «nueva y diferente etapa de La Casa de las Ideas» y lo hace con el sorprendente subtítulo de «caballero del espacio». Sorprendente no porque sus aventuras sean espaciales (ya estuvo de parranda por el universo con los Guardianes de la Galaxia) sino porque usa el sobrenombre de una de las obras más queridas por los lectores veteranos de Marvel: Nada más y nada menos que de ROM, el caballero del espacio que cautivó a muchos lectores en los ochenta y que venía del mundo del juguete al igual que otras licencias como G.I. Joe o Los Transformers, sin ir más lejos.
Ahora, de la mano del guionista Robbie Thompson y el espectacular dibujante argentino Ariel Olivetti (El Cazador, Cable, JLA, Punisher War Journal) llega la nueva etapa del famoso simbionte de Marvel (de todos los que hay el más popular, posiblemente), en la figura del sin par Flash Thompson (ex-marine, ex-guardián de la galaxia y amiguete de Peter Parker, entre otros entretenimientos). ¿Qué nuevas aventuras deparan a este personaje en su nueva y diferente andadura?
Para empezar, hay que decir que muchos fans del personaje se han echado las manos a la cabeza al tiempo que gritaban aquello de: «Este no es mi Venom, que me lo han cambiado (otra vez)». De acuerdo, puedo llegar a entenderlos, es comprensible que el giro que ha tomado el simbionte en los últimos tiempos no haya sido del agrado de muchos (sobre todo si eres un lector de los más veteranos y lloraste cuando le metieron en los Thunderbolts) pero el mayor problema que le veo yo a esta incipiente serie no es ese (que repito, puede llegar a «escocer» a algunos) sino que el guión y los diálogos de este primer número están carentes de fuerza y sobre todo chirría demasiado que el personaje ahora más que nunca parece un trasunto de Peter Quill (por como actúa, no por por apariencia). la verdad es que, sintiéndolo mucho, hace mucho ya que poco queda del temible y carismático personaje creado por David Michelinie y Todd McFarlane que poseyó a Eddie Brock y al cual muchos true believers amaban.
Recapitulemos: Eugene «Flash» Thompson fue soldado, un héroe de guerra. Al perder las dos piernas en combate, se fusionó con un simbionte parásito y empezó a hacer misiones para el gobierno a diestro y siniestro bajo el sobrenombre de Venom. Luego estuvo en un par de grupos (como ya he comentado), fue miembro de honor de Los Vengadores e incluso luchó contra el Anti-Venom al intentar capturarle (ver «Spider-Island» para más señas). Ahora defiende el honor de los Klyntar (el simbionte es uno de ellos liberado de su furia asesina) como «agente del cosmos» gracias a su sorprendente traje-simbionte y va por el espacio desfaciendo entuertos en plan superhéroe galáctico. Hasta aquí más o menos se entiende, ¿no? Bien, pues la historia arranca con nuestro protagonista enfrascado en un encargo del que a priori sabe bien poco.
Resulta que ha recibido un mensaje en el cual le ordenan viajar a un lejano planeta y localizar una peligrosa arma química. Muchos disparos, seres de todo tipo, naves imposibles, piratas espaciales, robots extraños y un rescate que, sin sinceramente, está narrado de una manera un tanto simplona, es lo que te vas a encontrar aquí. Vamos, que el señor Thompson (el guionista, no el que va dentro del simbionte) se ha esforzado más bien poco. O al menos esa es la impresión que da y todo es un parte de un plan magistral para contarnos una historia alucinante en el futuro. Más bien parece lo primero. No queda muy claro que pretenden en Marvel con este personaje pero o la cosa mejora mucho o esto pinta a dislate cósmico para entretener al personal y poco más.
El dibujo es sin duda el punto fuerte de este primer número. Porque Ariel Olivetti, hablando en plata, se sale con su espectacular arte en cada viñeta. Este portento de los lápices dibuja como los ángeles y este Venom: Space Knight no es una excepción. El artista realiza un excelente trabajo tanto con los fondos, como con las distintas razas alienígenas que vemos en el cómic (mención especial para la chica-buho tetona que se cruza con Venom). El argentino logra imprimir a este trabajo un toque de saga galáctica propio de otras franquicia con solera, dibujando con todo tipo de detalle. Una labor que raya a un grandísimo nivel y además aquí cuenta con el apoyo de un color de sobresaliente que le hace ganar más enteros aún.
Para ir terminando, señalar que al menos En Marvel no engañan a nadie, porque más «nuevo y diferente» no puede ser este nuevo Venom. Habrá que ver como se va desarrollando esta colección pero el comienzo no puede ser más decepcionante. Un primer número que no engancha y que se salva únicamente por el buen hacer de Olivetti, que está excelso una vez más (como siempre, la verdad). Para terminar una reflexión: ¿no hubiese sido mejor denominar a esta colección «Venom: Agente del Cosmos» o algo así?). Pues seguramente habría sido más acertado pero ya se sabe: la nostalgia y todo lo que apele a ella, vende. Y en la compañía lo saben. El amigo Veneno comienza sus nuevas aventuras cósmicas, con nave nueva, robot ayudante excéntrico nuevo y una oscura amenaza que se aproxima en el horizonte… Ya veremos si logra salir bien parado de todo estos embrollos espaciales.