Si hay un icono definitivo dentro del género de los superhéroes, ese es sin duda Superman. No en vano, fue el que lo comenzó todo. A lo largo de su historia, el bueno de Kal-El ha sufrido muchos cambios y varios autores han intentado siempre aportar su punto de vista al personaje. El caso más celebrado quizá sea el trabajo del maestro de maestros John Byrne, que con su obra «El Hombre de Acero» (1986) logró cautivar a miles de lectores y reinventó a la creación de Shuster y Siegel, aportando una serie de características que han calado muy hondo en la cultura popular y en el fandom. En 2010, la génesis del último hijo de Krypton fue contada de nuevo por otro genial guionista que, como bien demostró en Supreme Power, no era ajeno a esto de «revisitar los comienzos de los superhéroes», ni mucho menos.

El guión corre por cuenta de un veterano ya en estas lides, nada menos que Joseph Michael Straczynsky, que una vez más se encarga de redefinir los orígenes de un personajes (en esta ocasión todavía más clásico e importante que lo que hizo en 2003 con el reboot del Escuadrón Supremo) y mostrarnos un nuevo comienzo. La tarea no es sencilla en estos casos, y más aún cuando se trata de toda una leyenda como el primer superhéroe del mundo, el mismísimo «gran azul». El que lo empezó todo en este tinglado de los justicieros con mallas, queridos lectores.

Redefiniendo al hombre de acero

La génesis del primer superhéroe

El guionista, oriundo de Nueva Jersey, está absolutamente brillante en este trabajo ya que consigue transmitir al lector su personal visión de los comienzos de un joven Clark Kent que no encaja demasiada bien en la sociedad de una de las megalópolis más importantes del planeta al que se vio forzado a llegar tras la destrucción de su mundo natal. El muchacho, desde pequeño arrastra ese complejo de inadaptado. Pese a sus increíbles poderes (ya que prácticamente es un dios caminando entre hombres) no puede evitar sentirse solo. Straczynsky acierta de pleno cuando nos lo presenta como uno de tantos veinteañeros que no sabe qué hacer con su vida.

Así nos encontramos al bueno de Clark, buscando en sus recuerdos y en las enseñanzas de sus padres adoptivos, cuando de pronto todo cambia con la llegada a la Tierra de una flota de naves comandada por una poderosa raza comandada por un trastornado y peligroso ser alienígena cuya única obsesión es acabar con cualquier vestigio de la raza kryptoniana. Así, nuestro protagonista deberá enfundarse por primera vez el famoso traje azul con la capa y demostrar que está preparado para portar el símbolo de su pecho y aceptar su destino.

Clark

El dibujo de Shane Davis es francamente bueno, diría que es ideal para esta obra. Davis es un dibujante detallista, con un toque moderno que hace que su arte sea visualmente muy atractivo para el lector de cómics y que sabe dibujar a los superhéroes en distintas situaciones sin caer en tópicos previsibles. Además, en este cómic su dibujo se ve reforzado por el entintado de Sandra Hope y el gran trabajo de la colorista Bárbara Ciardo.

Lo fácil hubiese sido recurrir a Gary Frank, que ya había trabajado con J. M. Straczynsky en varias ocasiones y se entienden a las mil maravillas, para este «Superman: Tierra Uno pero por fortuna tenemos aquí a un Davis en estado de gracia y así podemos disfrutar del arte de Gary Frank en Batman: Tierra Uno, del cual hablaremos más adelante en la web.

Earth One

Para acabar, simplemente señalar que tanto los momentos de incertidumbre de Clark, como los flashbacks de la infancia, (además de las escenas de intriga y acción) están narrados magistralmente por los autores, los cuales además logran algo que no es sencillo, siendo un personaje y un universo con tanta trayectoria en la cultura pop: dotar a esta obra y a sus protagonistas de carisma. Es un cómic muy recomendable tanto si eres fan de Superman como si eres un neófito en estas lides y quieres comenzar a leer algo de esta leyenda del noveno arte para luego «bucear» y descubrir obras más clásicas.