La saga Castlevania es una de las más populares (y queridas) entre los aficionados al videojuego que ya peinamos algunas canas. Los juegos de esta IP de Konami siempre han gozado de gran aceptación y es una licencia que se ha ganado a pulso su merecida buena fama. Títulos como ‘Symphony of the Night’, ‘Bloodlines’ o ‘Super Castlevania 4’ son indudablemente nombres que gozan de enorme respeto entre los fans pero hoy queríamos traer a la web un juego de la saga quizá un poco menos conocido aunque, que duda cabe, también muy bien valorado y recordado a menudo por muchos poseedores de la consola portátil Game Boy de Nintendo.
Castlevania Adventure fue el primer juego de la saga en llegar a la mítica portátil. Lo hizo en el año 1989 en Japón y pronto se ganó un hueco en los corazones de los videojugadores de la época. Cierto es que, visto en perspectiva, tampoco ofrecía nada fuera de lo común respecto a anteriores entregas de la saga pero el simple hecho de jugar un Castlevania allá dónde fueses con tu Game Boy ya era algo mágico en aquellos años y opacaba otras evidentes carencias. Además, el juego lucía bastante bien para las posibilidades de la consola (una portátil de 8 bits con pantalla monocromo que nos fascinó por su fantástico y variado catálogo) y tenía muchos aciertos a nivel de diseño de niveles (bastante desafiantes por momentos, todo hay que decirlo) que lo hacían bastante adictivo a la par que divertido.
Desarrollado por Konami, en aquel momento una de las mejores compañías de la industria, Castlevania Adventure era un juego que, pese a sus limitaciones técnicas, poseía un especial encanto. Fue programado por Masato Maegawa & Yoshiaki Yamada y constaba de cuatro fases que debíamos superar a golpe de látigo. El juego contaba con algunas diferencias respecto a otras entregas en lo que a mecánicas de juego se refiere. Para empezar, nuestra única arma durante todo el juego era el látigo. Y con él teníamos que tirar hasta el final para intentar lograr nuestro cometido. Podíamos aumentar su poder y su alcance si recogíamos un determinado ítem, eso sí. Al destruir algo del entorno (como un candelabro con una vela) obteníamos dicho objeto que nos otorgaba la mejora en nuestra arma, aunque en ocasiones podía aparecer una moneda en lugar de esta. Las monedas, al igual que la destrucción de los enemigos, nos servían para aumentar nuestra puntuación final.
Una de las mejoras nos permitía lanzar «bolas de energía» con el látigo, brindándonos así la posibilidad de usar una especie de «ataque a distancia» que resultaba bastante útil contra determinados enemigos como aquellos que requerían más de un toque para ser eliminados, nos lanzaban bolas de energía o se movían más deprisa de lo normal a la hora de atacarnos. Si sólo llevábamos la versión normal del «vampire-killer», esto también era muy útil para lograr hacernos con alguna vida extra que estuviese oculta en un sitio poco accesible. Además, al acabar con algún enemigo o destruir algo también podían aparecer corazones con los que rellenar nuestra barra de salud (la cual estaba situada en la parte inferior izquierda de la pantalla) o con una cruz que nos hacía invulnerables a cualquier cosa durante unos cuantos segundos. Como veis, estaban presentes aquí muchos de los elementos típicos en cualquier juego de plataformas o aventuras de la época.
Un aspecto muy importante a la hora de hablar de la jugabilidad es el del tiempo. En Castlevania Adventures teníamos que lograr completar cada fase en un tiempo determinado. El reloj situado en la parte superior de la pantalla nos avisaba de cuánto nos quedaba para lograr nuestro objetivo y huelga decir que de no hacerlo en el minutaje estimado, perderíamos una vida. Jugabilidad, por cierto, algo tosca ya para la época la del juego (el salto era algo «ortopédico», para que nos vamos a engañar) y que no estaba al nivel de otras iteraciones de la franquicia pero que cumplía de sobra teniendo en cuenta las limitaciones de la máquina. Ello hacía que tuviésemos que tener especial cuidado a la hora de saltar hacia determinadas plataformas o escalar las numerosas cuerdas que encontrábamos en nuestro camino. Paradójicamente, dichas limitaciones lo hacían también muy adictivo puesto que teníamos que prestar mucha atención para ir superando con solvencia obstáculos y derrotando enemigos (míticos los molestos ojos rodantes gigantes, por ejemplo) o para no morir en el intento al caer al vacío por un mal salto. Cuando lograbas hacerte con el control (pillándole el truco, como se suele decir) el juego se convertía en una experiencia muy satisfactoria para los fans de la saga vampírica en particular y para los usuarios de la portátil en general. Además, una de las mejores bazas del título era la impresionante (y pegadiza) banda sonora que poseía.
Cierto es que no era el mejor juego del catálogo de la Game Boy en lo que a gráficos se refiere y que había varios títulos bastante superiores en este apartado, pero sería injusto no mencionar que, con muy poquitas cosas en pantalla, lograba crear la ambientación deseada. La dificultad estaba bien balanceada y disponíamos de tres vidas para llevar a cabo nuestra tarea antes de recurrir a los «continue». Nuestro «vampire-killer» perdía efectividad con cada ataque de las siniestras criaturas que salían a nuestro encuentro, obligándonos así a ir con mucho cuidado si no queríamos pasarlo mal. Para finalizar, no es la primera vez que hablo de este Castlevania Adventure en un medio pero es tal el cariño que le tengo a este capítulo de la saga para la portátil de Nintendo (que vio la luz en nuestro país en forma de cartucho allá por 1991) que no podía dejar pasar la oportunidad de comentar en esta web las bondades de un título que pese a ser limitado en muchos aspectos (recordemos la ausencia de escaleras como en otros juegos de la saga) nos cautivó en su día a base grandes momentos de entretenimiento portátil. Aunque sólo sea por las horas y horas de diversión que nos proporcionó látigo en ristre, debemos tener siempre muy en cuenta a este pequeño gran título al hablar de una de las franquicias más famosas del mundo del videojuego.
Juegazo que fue muy superado, en todos los aspectos, con su continuación. En lo que no coincido es lo de «dificultad balanceada», porque había zonas de plataformeo que eran un infierno. Me guardo la página y me he suscrito al podcast, no os conocía.
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