Hay guionistas que en ocasiones parecen estar por encima del medio para el que escriben. Sin duda, Jeff Lemire es uno de ellos. El canadiense se ha convertido en la debilidad de muchos lectores en los últimos tiempos gracias a un buen puñado de obras que lo han convertido en lo más cercano a un narrador infalible. Hoy nos centramos en la que posiblemente sea la obra de terror psicológico más importante de los últimos tiempos. Largo y tendido hemos hablado ya de Gideon Falls en la web y en esta ocasión toca hablar del cuarto tomo de esta increíble serie de cómics de Image editada aquí por Astiberri y que nos acerca un poco más al desenlace de la obra.

Bajo el subtítulo de «El péndulo», el tomo número cuatro (enmarcado dentro de la Colección Sillón Orejero de la editorial bilbaína) nos sumerge aún más en este océano narrativo tan perturbador e inquietantemente delicioso al mismo tiempo. Si en el anterior volumen el padre Burke se llevaba casi todo el protagonismo, en esta ocasión es el turno para los hermanos Norton y Clara y también para la dupla formada por el padre Fred y Angie. Además, entran en escena (por fin) los miembros actuales del grupo conocido como «los labradores» y esto último es, básicamente, mi momento favorito de esta cuarta entrega. Menudos personajes nos deja aquí el equipo creativo.

Lemire va resolviendo pistas poco a poco y encamina al lector hacia lo que en cualquier serie de televisión sería la confrontación final. Pero el guionista de Ontario retuerce el argumento una y otra vez y va dosificando el misterio de manera brillante. Hay que indicar que esta es, sin duda, la entrega que más paralelismos guarda con un show televisivo tipo Netflix o HBO. De hecho, al finalizar el mismo la sensación que te queda es que Lemire sería un magnífico showrunner televisivo también y, visto el panorama actual, no sería descabellado pensar en una adaptación de Gideon Falls a ese formato. Porque este cómic tiene mucho de ese medio también ya que Lemire utiliza con bastante solvencia los recursos habituales del mismo, manteniendo siempre en tensión al lector.

«El hombre que ríe…»

En cuanto al apartado gráfico, lo de Andrea Sorrentino en esta serie es de otro planeta. El nivel de creatividad y talento exhibido aquí es posiblemente el mayor de toda su producción. Que a estas alturas de la serie siga manteniendo ese nivel de frescura y de inteligencia en la composición es digno de elogio. Las splash-pages (dobles, en muchas ocasiones) y los detalles de calidad en muchas viñetas (en algunas prescindiendo de fondos y en otras usando de modo brillante las onomatopeyas, por ejemplo) hacen de esta Gideon Falls una obra única en este aspecto. Y todo esto no sería lo que es sin la apabullante labor al color de uno de los mejores en lo suyo: el sin par Dave Stewart (Hellboy, B.P.R.D.: The Devil You Know Volume 2, entre otros). Es importante que no caiga en saco roto el tremendo aporte del colorista norteamericano.

Un tomo este que, tras el viajecito espacio-temporal narrado en el anterior, nos presenta una estructura más clásica de thriller psicológico aderezada con posesiones, una extraña «máquina pentáculo», asesinatos y otros misterios que harán las delicias de los amantes de este tipo de historias. Cuando crees que la trama no puede ir a más, Lemire siempre sabe cómo sorprenderte y además lo hace sin artificios ni giros extraños. Al contrario. Creo que lo que convierte a esta serie de cómics en una de las mejores en su género es precisamente eso, que da al lector justo lo que espera recibir. Que ya es mucho. El Eisner del año pasado no es por casualidad, conviene recordar. ¿Qué se esconde detrás de la figura enigmática del hombre que ríe? ¿A quién sirve? ¿Por qué ha elegido a Norton específicamente para su oscuro propósito? ¿Realmente es factible acabar con el maldito Granero Negro? Las respuestas a estas preguntas están en la cabeza de Jeff Lemire y somos muchos los que ansiamos disfrutar ya con la culminación a esta magnífica (y terrorífica) historia.