Los fantasmas que atormentan a una familia y las relaciones entre sus miembros, protagonistas absolutos de la nueva serie de Jeff Lemire.

Una vez más, tenemos que hablar en la web del talentoso guionista Jeff Lemire (uno de los más en forma actualmente) que vuelve en esta ocasión en su faceta de artista completo para deleitarnos con una obra costumbrista en la que los temores, anhelos y traumas de varios miembros de una familia que reside en una ciudad industrializada, cobran casi más protagonismo que los propios personajes.

En esta serie de Image Comics, que llega a nuestro país de la mano de Astiberri Ediciones en su excelente colección Sillón Orejero, veremos como los fantasmas que atormentan a una familia afectarán no sólo a las relaciones entre sus miembros sino también a importantes decisiones vitales y a su futuro. Un cómic muy personal y que nos devuelve al Lemire de trabajos como «Un tipo duro» o «La trilogía de Essex County».

La historia, arranca con Peter Pike, el padre de familia, el cual vive atormentado por una existencia anodina y considera que su matrimonio es una trampa más en la que se encuentra atrapado. Una noche, tras discutir con Patti, su esposa, Peter sufre un ictus y queda en estado vegetativo. Postrado en la cama del hospital, tendrá sueños oníricos cuyo significado no alcanza bien a comprender pero en los que aparecerán sus queridas radios viejas (su gran hobby) y también su hijo Tommy Michael, fallecido hace años tras ahogarse en el río. Tommy, será el nexo de unión entre los miembros de esta familia, ya que un modo u otro, cada uno de ellos lo ve en diferentes etapas de su vida e incluso mantienen largas conversaciones con él. La insulsa vida de Royal City, lugar en el que transcurre la historia (y que da nombre al cómic) está a punto de cambiar por culpa de una de las hijas de Peter, la ambiciosa Tara Pike y su proyecto inmobiliario. Pero sin duda, será la vuelta a la ciudad de Patrick Pike, el hijo mayor (un escritor al borde del fracaso laboral y sentimental) lo que desencadenará una serie de acontecimientos que cambiará el destino de esta familia para siempre.

Aunque estamos ante una obra que podría calificarse de coral, en este primer volumen el peso argumental recae sobre todo en Patrick y, en menor medida, en la ya mencionada Tara y también en la oveja negra de la familia, Richie Pike. Richie es el típico bala perdida que se droga, debe dinero a los matones locales y que compartía con su difunto hermano la inquietud interior y esa sensación de no haber encontrado su sitio en el mundo. No falta tampoco el consabido cliffhanger final que deja al lector con ganas de saber más sobre Patrick y su retorno a la ciudad donde se crío; amén de las tramas abiertas que implican a la familia Pike y sus diferentes visiones sobre Tommy.

Lemire sabe reflejar a la perfección las miserias de todos los miembros de la familia y su destreza para contar lo que ocurre en el seno de la misma es magistral (desconozco si hay algo de biográfico en la figura de Patrick Pike pero lo cierto es que es bastante fácil imaginarse a Lemire escribiendo a un personaje así y usando algunas de sus vivencias como profesional para ello). Lo he repetido ya en numerosas ocasiones pero no está de más recordarlo: Jeff Lemire es un storyteller soberbio. Es un narrador que logra emocionar y enganchar al lector sin artificios ni demostraciones artísticas grandilocuentes. En este tipo de obras se luce como nunca además ya que al ser tan personales se implica tremendamente en la construcción de los personajes; la cual por otra parte, es brillante aquí.

Estamos antes un magnifico estudio del ser humano en general y en particular de su comportamiento en instituciones como la familia, que incluye fantasmas personales como matrimonios que se rompen, infidelidades, egos desmesurados, grandes fracasos y pequeños triunfos, gente que no sabe qué hacer con su vida y un odioso año 1993 que marcará las vidas de estos personajes excelentemente desarrollados por un Lemire en estado de gracia como autor de cómics. Fenomenal edición en formato cartoné de Astiberri (con una estupenda traducción de Santiago García, como es habitual) y, en definitiva, otra gran obra de Lemire que no puede faltar en la estantería de todo buen amante de los cómics que se precie.