A menudo, al hablar de Black Sabbath solemos citar siempre a la formación clásica y los años de Ozzy Osbourne o a la gran etapa en la que Dio, la gran voz del Heavy Metal, estaba al frente de la banda sustituyendo al «madman». Pero casi siempre nos olvidamos de otras etapas del grupo que también tuvieron su importancia. Además de breves incursiones en directo con Halford (sí, el cantante de los Judas) y de un fantástico ‘Born Again’ con Ian Gillan de Deep Purple, no podemos dejar de lado la etapa en la que Tony Martin se hizo cargo de la voz en la banda. De dicha etapa, mi disco favorito (el cual guardo con cariño en mi colección) es sin duda alguna ‘The Headless Cross‘, lanzado en el año 1989.

Vamos a empezar por el principio, como es de rigor. Tras la expulsión de Ozzy, en 1979, estaba bastante claro que la vacante del puesto de cantante iba a ser complicada de cubrir. El carisma de este y la excéntrica personalidad de la que siempre hizo gala, lo habían convertido en una parte importante de la escena. Por fortuna, fue reemplazado por otro cantante que, a la postre se convertiría en leyenda: Ronnie James Dio. Tras la brillante etapa de Dio en Black Sabbath, éste abandonó y la cosa no pintaba nada bien para los de Birmingham.

En otra ocasión os hablaré de «Born Again» (uno de mis discos favoritos no sólo de la banda, sino del Rock en general) pero hoy nos trasladaremos a una época ulterior. A mediados de los ochenta, tras quedarse prácticamente sólo, Iommi logró rodearse de buenos músicos y grabar «The Seventh Star»; el cual realmente fue un disco en solitario de del guitarrista bajo la denominación de Black Sabbath, ya que éste se negó a que saliese con su nombre. Pese a que el proyecto contaba con grandes músicos implicados (como el genial Glenn Hughes) la cosa tampoco parecía funcionar. Así que llegó el momento de reiniciarse de nuevo.

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Tras un desagradable baile de músicos y algunas sonadas espantadas (como la de Ray Gillen) Tony Iommi decidió hacerse con los servicios del cantante Tony Martin (ex Alliance) para lanzar «The Eternal Idol«, álbum que tuvo críticas muy irregulares pero que sirvió para afianzar a Martin en la banda. En 1987, la banda firma con I.R.S. Records y un año después comienza a trabajar en su siguiente trabajo. Iommi decide producir el nuevo disco y además llama a amigos suyos como Cozy Powell (que al final co-produce con Iommi) o Brian May para que le echen una mano. Además de Powell (batería, ex Rainbow), también contrata al teclista Geoff Nicholls y al bajista de sesión Laurence Cottle. La cosa parece que pinta bien y el disco se graba en noviembre en 1988 en los Soundmill, Woodcray and Amazon Studio; con la inestimable ayuda de Sean Lynch en las mezclas.

En la primavera de 1989 el disco se pone a la venta con el título «Headless Cross» y, aunque en principio fue ignorado por la industria, finalmente acabó por ser considerado como una de esas pequeñas joyas que no puede faltar en todo buen aficionado de Black Sabbath que se precie. De hecho, este álbum está considerado por muchos como «el mejor disco de la banda sin Ozzy o Dio» (a mí estando «Born Again» de por medio me cuesta decidirme pero sin duda alguna es uno de los que más cariño tengo de todos los de mi colección). Grabado por una formación compuesta por excelentes músicos, posee algunos temas realmente formidables que para muchos son, por desgracia, completamente desconocidos.

«Headless Cross» se abre con una hipnótica intro, muy del gusto de Iommi, para dar paso, inmediatamente, al tema-título que es una verdadera maravilla. Un medio tiempo de Rock pesado que, en mi opinión debería situarse entre los mejores canciones de la banda. Este tema, además fue incluido en el álbum recopilatorio «Earthquake Album-Rock Aid Armenia» (1990) en el que participan otros grandes del Rock como Yes, Asia o Deep Purple.

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«Black Sabbath con Tony Martin en directo»

El siguiente tema, algo más rápido, es ‘Devil & Daughter’ y contiene un pegadizo riff de guitarra de Iommi pero sin perder la esencia oscura de la banda (la canción se llama «El Diablo y su hija»). Rock duro y un marcado ritmo de Powell que está excelso a los tambores. La voz de Martin, que raya a un nivel enorme a lo largo de los ocho temas que contiene el plástico, alcanza en temas como este o el onírico pero potente a la vez ‘When Death Calls’ su máximo apogeo. En esta pista del CD (la número cuatro) os encontraréis además el apabullante solo de guitarra de Brian May de Queen, invitado especial del disco.

‘Kill in the spirit world’ (con un solo espectacular de Iommi) y ‘Call of the wild’ (ambos muy del corte de los discos en solitario de Dio, por cierto) son otros temas imprescindibles del disco que se cierra con ‘Rightwing’, un track en el que la banda hace gala de nuevo de su maestría a la hora de componer y ejecutar sus instrumentos. Para aquellos que os lo estéis preguntando, «Headless Cross» tuvo, por consiguiente, su gira de presentación (que no funcionó muy allá, por cierto) en la que Laurence Cottle fue sustituido por Neil Murray (Whitesnake)

A estas alturas, queda patente que estamos ante uno de los discos más infravalorados de la discografía de Black Sabbath pese a la enorme calidad que atesora en todos los aspectos. Buenas letras, un Tony Martin pletórico a la voz, unos músicos de garantía (imposible que saliese algo malo con este line-up de lujo) y, en resumidas cuentas, una auténtica maravilla de disco a descubrir (si no lo habías escuchado ya). Un ábum que no puede faltar en la colección de todo buen rockero melómano que se precie de serlo. Avisados quedáis.