Estas últimas semanas, con motivo del estreno en nuestro país de la taquillera película sobre el personaje, se ha hablado largo y tendido sobre la obra de Masacre (Deadpool, en el original) pero hoy me apetecía hablaros de una obra concreta del perturbado retoño de Fabian Nicieza y Rob Liefeld. Se trata de «Masacre Corps«, que quizá no sea de lo más granado de su trayectoria editorial pero sí es una de esas lecturas muy del gusto de los fans de Wade Wilson y su peculiar sentido del humor. Más que nada, porque los artífices de este invento no escatiman a la hora de introducir aquí bromas absolutamente delirantes y referencias a la cultura popular. Más bien todo lo contrario. Además, los cameos (y versiones alternativas) de personajes de La Casa de Las Ideas, amén de ese metalenguaje tan característico del personaje, también están presentes como no podía ser de otra manera.

Recogida en tres tomos que fueron publicados en nuestro país dentro de la colección 100% Marvel de Panini, pocas sorpresas pueden ofrecer a un lector veterano las historias aquí mostradas pero posiblemente lo más significativo de estas sea que cuentan con el controvertido dibujante norteamericano Rob Liefeld en el apartado gráfico. El amigo Rob volvió a coger los lápices y la tinta (para alegría de algunos y tristeza de otros) y dio vida de nuevo en las viñetas a la que posiblemente sea su creación más famosa (y seguramente la más rentable) y, con la ayuda del guionista Victor Gischler (amplio conocedor del universo mutante y del personaje), hicieron que nuestro querido Masacre estuviese acompañado de cuatro «masacres de otras dimensiones» (a cada cual más loco y extraño) con los que aventurarse a salvar el universo de una terrible amenaza de proporciones cósmicas.

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Resulta que un ser primigenio llamado «El Contemplador» ha decidido reunir un equipo de superhéroes para que se enfrenten a una entidad llamada «La Cognición», un poderoso ente cósmico que amenaza con destruir todos los universos conocidos. Como la misma realidad está en peligro, los primigenios han tomado una decisión: Masacre se encargará de liderar un variopinto compuesto por sus contrapartidas en otras realidades alternativas para salvarnos a todos. Así, nos encontramos de nuevo a «Cabeza«, la versión zombie de la cabeza de Masacre (el cual por cierto da lugar a esperpénticas situaciones a cada momento y actúa de mayordomo en algunos momentos), «Wanda Wilson» (A.K.A. Lady Masacre), el masacre femenino, vaya (con ponerle tetas y una coleta rubia a Liefeld le basta), «Nene» (o Tito, según le de al guionista) que es un Masacre adolescente (e insolente) que porta dos sables láser extraídos directamente de Star Wars y que no puede evitar hacer cosas propias de un chico de su edad) y, finalmente, tenemos a «Pulgoso«, la versión perruna de Wilson. Indestructible también pero más idiota aún si cabe. Cinco ¿héroes? reunidos para salvarnos a todos. Con semejante plantel de personajes (que parece representar claramente como sería la propia familia del personaje tal y como éste la visualiza en su cabeza) está claro por donde van a ir los tiros en esta serie.

Además, nos encontraremos a personajes clásicos de la marvel cósmica» como El Campeón (del cual por cierto nuestros protagonistas se burlan constantemente aprovechándose de su particular personalidad) o El Coleccionista. Hallamos referencias a tebeos de la casa (de las ideas) pero también sátiras a la «Distinguida Competencia» (momento impagable cuando los «corps» reciben un anillo de poder para ayudarles en su misión y, obviamente, a uno de ellos esto no le hace mucha gracia). Referencias a la cultura pop, como digo, hay muchas (el nombre de la nave que pilotan nuestros hipotéticos salvadores es la «Bea Arthur», sin ir más lejos). Algo de crítica también. Y mucho humor negro con líneas bien definidas por el guionista Victor Gischler que es quien realmente sostiene este tinglado para que no se venga abajo.

Esta portada es la p...

Si hablamos del dibujo, pese a que hay pasajes en los que su amigo y discípulo Marat Mychaels se hace cargo de la tarea, es Rob «The Boss» quien lleva el peso en este apartado. El amigo Liefeld una vez más va a lo suyo, pasándose por el arco del triunfo la anatomía (ya no sólo la masculina y la femenina, es que hasta el perro se ve «raro»), repitiendo viñetas y personajes una y otra vez y narrando de una manera que no te puedes tomar en serio. En efecto, quizá no sea un buen dibujante. Puedo estar de acuerdo. Pero se llevó la fama y seguro que conoces a otros peores. No son Liefeld. En los noventa comprabas compulsivamente sus obras pero ahora no desperdicias la oportunidad de ponerlo a parir. Y al mismo tiempo sigues comprando sus cómics ahora. Odias a Liefeld pero al mismo tiempo le amas. Lo sé, es difícil de entender. Pero te perdono. A fin de cuentas, hablamos de cómics, ¿no?

Recomendado pues para los seguidores del genial personaje que parieron aquellos locos años noventa. Unos cómics para desconectar y para reír página tras página con las ocurrencias de los personajes, los hilarantes diálogos y los chistes referenciales que el peculiar equipo creativo ha introducido con toda la cara del mundo y de los que, claramente, abusa. Auténtico apetito para la destrucción, que dirían Slash, Axl y compañía.

Olvídate del caviar beluga. Olvídate de grandes chefs y olvídate de dogmáticos gourmets de postín. Y, sobre todo, ni se te ocurra pensar en degustar un plato de alta cuisine. Esto sólo es ‘fast food comiquero’ en todo su esplendor, no apta para paladares exquisitos. Aquí hallarás tacos con mucha pringue, de esos que devoras gustoso porque te lo pide el cuerpo, a sabiendas de que luego habrá funestas consecuencias. Estás avisado.