De nuevo contamos con José Manuel Fernández como firma invitada en la web, que esta vez nos deja un artículo que hoy versa sobre un cómic clásico del "trepamuros" de Marvel que pide a gritos una reedición.

la-cubierta-original-en-usaSituándonos en el contexto de que el lanzamiento de “Los Años Perdidos” se situaba en todo el meollo de la saga del clon de Spider-Man, es más que probable que su lectura a priori no parezca todo lo atractiva que cabría desear. Y es que, a pesar de que servidor se divirtió de lo lindo, la evidente chapuza de los mentados clones terminó dando vergüenza ajena, a pesar de que el tema empezó con ciertos atisbos de imaginativa brillantez. En este arco sobresalía de manera significativa todo lo que tocó un inspirado J.M. DeMatteis, guionista que tuvo sus momentos más álgidos con “La Última Cacería de Kraven” y, por supuesto, con su famosa etapa junto a Keith Giffen y Kevin Maguire en JLA.

Mientras el señor Jean Marc DeMatteis escribía la obra que hoy nos ocupa, se había encargado de guionizar el número 400 de Amazing Spider-Man, donde había dado buena cuenta de la tía May en uno de los mejores relatos que se pueden leer acerca de la muerte de un personaje de cómic. De hecho, el que esto suscribe reconoce que llegó a soltar alguna lagrimilla con tal historia, para luego maldecir a Howard Mackie por lo cutre que se puede llegar a ser resucitándola (oh, no era May la que murió, era una actriz contratada por el Duende Verde… ¡la madre que lo parió!). El caso es que los primeros momentos de “Los Años Perdidos” se pudieron contemplar por aquellos entonces como complemento de las colecciones arácnidas (Web of Spider-Man, Amazing Spider-Man, Spectacular Spider-Man y Spider-Man), donde DeMatteis contaba con un portentoso John Romita Jr. narrando los momentos inmediatamente posteriores al mítico número 151 de Amazing Spider-man. Las tintas de Romita Senior imprimían a un desesperado “Spider-Man” un aire rotundamente clásico, consiguiendo esa espectacular fusión entre padre e hijo que siempre ha fascinado a propios y extraños. También aportó su granito de arena el siempre eficaz Al Milgrom, para la ocasión muy en la línea de papá Romita.

Este prólogo sería editado como el número cero de la serie aquí comentada, siendo publicado tres meses después del tercer ejemplar tres de “The Lost Years”. Aparte de recopilar el material comentado en el anterior párrafo, se añadieron algunas páginas publicadas también en su día como complemento de las colecciones regulares, donde se nos cuentan los primeros minutos de vida del clon de Peter Parker. En ellas, el bizarro Liam Sharp da muestras de su por entonces torpe habilidad para plasmas viñetas agradables para la vista, dando la nota en lo que sería un retazo fácilmente prescindible. Con todo, y teniendo en cuenta lo excelente de lo realizado por DeMatteis y los Romita, el núcleo de “Los Años Perdidos” se puede seguir sin tener en cuenta este número cero. De hecho, y considerando lo hecho y lo deshecho en la saga del clon, “The Lost Years” se puede disfrutar y mucho incluso obviando que estamos ante una historia de Spiderman.

ben-reilly-y-sus-dilemasComo dijo un buen amigo mío, “Los Años Perdidos” es como si estuvieras viendo una gran película de cine negro. Turbio es el ambiente que rodea a Ben Reilly (el clon de Peter Parker… o el Parker original, según se mirara por aquellos entonces), buscándose la vida en Salt Lake City en pos de encontrarse consigo mismo. Vagabundeando por la zona, Ben cree haber encontrado un sitio donde afianzarse y atisbar algo de felicidad. Y, como no podía ser de otra manera, la suerte Parker mete a nuestro protagonista en medio de una oscura trama mafiosa, a la par que le da por aparecer a Kaine, un personaje que aún hoy día está dando que hablar en las colecciones regulares del hombre araña. Como clon defectuoso de Spider-Man (cuerpo desfigurado por la degeneración genética, poderes arácnidos llevados a su extremo, un salvajismo desmesurado), Kaine tiene sus particulares motivos para acabar con Reilly.

En este complicado meollo intervienen tres personajes cruciales para la trama. Hablar de ellos sería ya desvelar demasiado de la trama, pero se podría resumir en que una de ellas es una hermosa joven que vendría a ser el interés romántico de Reilly, con su tormentoso pasado y todo. Los otros dos elementos están dentro de lo que sería el cuerpo de policía de Salt Lake, una pareja compuesta por los detectives Louse Kennedy y el incorruptible Jacob Raven, hombre este último cuya forma de ser le impone a nuestro héroe un respecto con cierto paralelismo al de su tío Ben. Con todas las piezas de ajedrez sobre la mesa, nos iremos dando cuenta de que Kaine se tornará tan protagonista como el propio Ben Reilly, haciéndonos ver que hay esperanza para la espiral de violencia de ambos para que, finalmente, todo desemboque en un final que, por supuesto, os recomiendo disfrutar sin conocimiento de causa.

el-arte-de-jrjrLos Años Perdidos” tiene el sello de DeMatteis, donde un guión profundo y repleto de matices no se confunde en ningún momento con un cómic hosco y duro de leer. En más de una ocasión nos dará la sensación de estar ante una obra de Frank Miller, algo que el autor logra sin caer en la mediocridad del plagio de estilo y, claro está, sin perder un ápice de identidad. Por fortuna, DeMatteis es DeMatteis… y en “Los Años Perdidos” es más DeMatteis que nunca. El fundamental apoyo de John Romita a los lápices ayuda lo suyo con el trasfondo “Milleriano”, otorgando al conjunto un ambiente oscuro y de lo más incómodo que, de forma inteligente, huye del colorido habitual de las aventuras de Spidey. Contribuye su hoy día inseparable Klaus Janson, con unas tintas marca de la casa que enturbian sabiamente el plantel visual de la obra.

Qué más decir sin reventar nada… “Los Años Perdidos” es una obra que Panini debería reeditar para goce y disfrute de aquellos que sepan apreciar los buenos cómics. De hecho, en la caótica etapa en la que se cita originalmente este cómic (a mediados de los noventa, para ser exactos), el trabajo de DeMatteis y John Romita Jr. es como un rayo de luz en la oscuridad, una pieza redonda que huye con estilo de la mediocridad que imperaba entre tanto Chacal, clones y Duendes Verdes vueltos de la tumba.

Artículo escrito por José Manuel Fernández «Spidey»