El pasado 2 de abril se presentó oficialmente la sucesora de Nintendo Switch y, como no podía ser de otra manera, la compañía de Kioto volvió a convulsionar la industria del videojuego con el anuncio de su nuevo hardware. Ahora que se han asentando un poco las aguas y ya podemos opinar con más calma y no postear en caliente en redes sociales (y luego borrar tweets como si no hubiese un mañana, como le pasó a algunos dominados por la emoción del momento) vamos a contar en la web qué nos parece todo este quilombo de Switch 2 y si realmente Nintendo está tomando decisiones acertadas o no. Como hay mucha tela que cortar con este tema, será mejor que vayamos por partes. Para empezar, tengo que decir que el evento estuvo bastante bien hasta más o menos el final, que es cuando la mayoría de los que estábamos viéndolo en directo torcimos el gesto.
Hasta ese momento, estaba siendo un Nintendo Direct con buen ritmo que mostraba cosas interesantes y una consola que parecía venir con mejoras respecto a la anterior, salvo quizá la pantalla de la versión OLED. Después profundizaremos sobre este tema, tranquilos. Y nos mantuvimos pegados a la pantalla para disfrutar del momento porque, seamos sinceros, el anuncio de una nueva consola siempre es motivo de gozo para los amantes de este mundillo. Como digo, todo iba más o menos bien hasta que llega el final de la presentación y Nintendo anuncia que el 5 de junio se pondrá a la venta la consola pero no dice el precio. Sí, en efecto. Nintendo omite deliberadamente el precio de la consola (algo esperado por todos y que es vital en una presentación de este tipo) y eso automáticamente nos pone en alerta. «Eh, ¿Y el precio de la consola?» Se preguntaba el personal tras acabar el evento. Nintendo remitía a la web si querías conocer más detalles de Switch 2. Y aquí, justo en este punto, es dónde comenzaron los problemas.

Porque cuando se pudo acceder a la web y confirmar los precios de consola y juegos, la cosa cambiaba. Y mucho. Nintendo sabía que mostrar esto en directo era pegarse un tiro en el pie. Así que lo ocultó para no deslucir el evento ni matar el hype. Yo describo ese momento comparándolo con el famoso meme de la proclamación fallida de la independencia de Cataluña. Habíamos pasado de la ilusión y la euforia de una nueva consola y juegos más o menos interesantes a la desolación más absoluta. Claro que, según algunos, la consola en sí no parece tan cara si la comparamos con productos actuales como la PS5 Pro, por ejemplo.
Cierto es que 470 euros es un precio más o menos ajustado a los estándares actuales del mercado pero la cosa es que si quieres Switch 2 con el juego Mario Kart World en formato digital (uno de los exclusivos anunciados en el evento y buque insignia de la consola en su salida) la broma ya se va a 510 euros. Cuando la mayoría de la gente estalló fue cuando descubrió que dicho juego se pondrá a la venta en formato físico al precio de 90 euros. Esto obviamente es un dislate (nos pongamos como nos pongamos) y disparó todas las alarmas. Sienta un precedente peligroso, ya que hace que nos preguntemos si el nuevo estándar de la industria va a ser 90-100 euros para el PVP de los juegos actuales.
Cuando nos detuvimos a leer la letra pequeña de todo lo mostrado, descubrimos que Nintendo nos había plantado en los morros una políticas anti-consumidor que no son dignas de la compañía japonesa. Es más, me atrevo a decir que son realmente abusivas y que esconden una estrategia enfocada a apostar definitivamente por el formato digital y la suscripción online. Vi a una Nintendo más crecida que nunca, alejándose de ese enfoque familiar que siempre la ha caracterizado y abrazando la codicia más fuerte que nunca. La cosa no quedaba ahí ya que anunció que para jugar a los juegos de GameCube en Nintendo Online, tienes que estar suscrito al servicio online. Para usar el famoso «botón C» tienes que estar suscrito. Hasta para reservar la consola, tienes que estar suscrito y demostrar que eres «usuario fiel» con unos requisitos que no han gustado nada a la mayoría de jugadores. Vamos, que hay que pagar para todo. Incluso necesitas comprar unas tarjetas de memoria nuevas llamadas Express, ya que las Micro SD no son compatibles con la consola. Y las vas a necesitar porque la consola únicamente cuenta con 256 GB de almacenamiento interno. Si a ello le sumas que la cámara para chat de vídeo cuesta 70 euros y el mando pro cuesta 90 €, hace que al final te plantees seriamente adquirir la consola.

La gota que colma el vaso es que en Japón la consola saldrá más barata y con region locked. Sin palabras. Las reacciones no se han hecho esperar y en todo el mundo han alzado la voz en contra de estas políticas. Sin ir más lejos, el chat durante el reciente Tree House en vivo de Nintendo se llenó de comentarios en plan «Drop the price» (bajad el precio). Y es que a la consola tenemos que sumarle los añadidos tales como juegos, cámara, suscripción online, mando pro, etcétera. Hay que tener en cuenta que para un treintañero soltero y con un trabajo más o menos digno es tentador acceder a pagar 500€ por una consola pero imaginad a familias con dos hijos o tres hijos, facturas e hipoteca y que los niños empiezan a pedir la consola, los juegos y los periféricos. Igual a esos padres ya no les hace tanta gracia el tema de los precios. Como tampoco debería hacernos gracia que, otra vez, dentro de unos años salga la versión OLED (modelo por cierto totalmente olvidado a conciencia por Nintendo en la presentación) y nos obliguen a pasar de nuevo por caja.
En resumidas cuentas, bajón absoluto a nivel personal tras un evento muy bueno. Que la consola la compre todo aquel que quiera y pueda, faltaría más, pero obviamente yo ya no tengo ninguna prisa gracias a estas políticas. Se me han quitado las pocas ganas que tenía de hacerme con una Nintendo Switch 2. Porque sí, evidentemente es mucho mejor que Switch y se siente más «premium». Además, es un gran dispositivo de juego y los títulos presentados tienen muy buena pinta. Pero hay límites por los que no estoy dispuesto a pasar, por mucho que me gusten los videojuegos y ahora mismo pueda permitirme hacerme con ella. Aparte, está por ver en qué queda la transferencia de juegos digitales y también está el polémico tema de los cartuchos que sirven para descargar el contenido del juego desde Internet; las ya famosas (y odiadas) «Game Key Cards».
Creo sinceramente que estas políticas no benefician al consumidor en general y la mejor manera de hacer entender esto a las compañías es no pasar por todos los aros que nos propongan. Y me da igual que quién aplique este tipo de políticas se llame Nintendo, Sony o Microsoft. Esto no va de eso. Conmigo que no cuenten para ningún tipo de guerra. Y menos, para una absurda guerra de consolas. Así que ya veremos que depara el futuro a Nintendo con este tipo de decisiones pero no es la primera vez que una compañía de videojuegos tiene que recular y reconducir el barco ante la falta de apoyo de jugadores y fans. Por mi parte, me siento un poco decepcionado con esta nueva consola pero sobre todo me preocupa que el futuro del gaming sea que aceptemos todo esto con normalidad.