La génesis de Image Comics es harto conocida por los aficionados a los tebeos. Como bien se cuenta en este podcast, a principios de los años noventa, un grupo de autores que habían ganado mucha fama trabajando para Marvel y DC, hartos de ver cómo las ambas majors se quedaban con royalties y derechos de personajes y conceptos que ellos ideaban, decidieron crear una nueva compañía compuesta por varios sellos con autonomía propia que a menudo cruzarían sus caminos en historias para dar la sensación de “universo cohesionado”.

Bajo el lema “la imagen lo es todo”, arrancaba una difícil (aunque llena de éxitos en ventas) andadura para estos artistas de primer nivel en una compañía que, irónicamente, muchos años después ha acabado convertida en una de las editoriales punteras del panorama independiente del cómic norteamericano, publicando algunos de los mejores tebeos de los últimos tiempos al dejar atrás los excesos de los inicios para invertir talento y esfuerzo en contar buenas historias narradas de la mejor manera posible y aportando en todo momento un mínimo de calidad.

Pero, como digo, no siempre fue así y antes de que se decidiese apostar por guionistas de talento y/o renombre (tirando así a la papelera el famoso eslogan inicial) los comienzos fueron bastante diferentes y estuvieron marcados por argumentos mediocres cercanos en ocasiones al cine y las series de la época, creaciones que parecían una copia de las exitosos personajes de Marvel y DC (o que, en el mejor de los casos, recordaban en muchos aspectos a estos, ya fuese en apariencia o características) y por el uso de clones de estos mismos autores que se dedicaron a contar billetes mientras contrataban a jóvenes dibujantes que imitaban sus estilos sin rubor ninguno; dando como resultado un acabado que no ha soportado bien el paso del tiempo e, incluso, da vergüenza ajena en algunos números por su ínfima calidad.

«El máximo responsable de Wildstorm…»

Afortunadamente, no todo era malo en estos cómics. Algunas ideas tenían potencial pero no gozaban del desarrollo requerido y esto, sumado a todo que conocemos como los clichés de la época (cosas populares en el momento y que han acabado siendo odiadas por muchos fans del cómic) hacían de esos números un producto mediocre que, una vez pasado el impacto inicial eran olvidados y, como digo, han acabado defenestrados con los años. Uno de los estudios que más caló en esos locos años noventa fue Wildstorm, el sello de Jim Lee. Con colecciones como Team 7, Gen 13, Wild C.A.T.s, Deathblow y el título que nos ocupa, Stormwatch, el artista de origen surcoreano consiguió de algún modo cimentar su posición en la industria sin manchar el renombre y los laureles conseguidos gracias a su labor en cómics como El Castigador o los exitosos X-Men y dejar algunos personajes que, para gozo de algunos y lamento de otros, han logrado llegar hasta nuestros días.

Stormwatch fue una de esas colecciones que empezó de manera titubeante, sin ofrecer nada que no hubiésemos visto antes pero que acabó mutando (nunca mejor dicho) a algo diferente gracias al buen hacer de otros autores. Ciñéndonos en este caso a la publicación española de los cómics de la primeriza Image, Stormwatch se edita en España en 1995 a través del sello World Comics de Planeta De Agostini, en formato grapa y con papel satinado y letras brillantes en la portada, como era habitual. La colección arranca con un número “0” especial en el cual se nos narraba las peripecias de un grupo de SSP (seres super poderosos) que resolvían crisis graves y conflictos internacionales operando siempre bajo mandato de la ONU. La base de estos superhéroes se encontraba en una estación orbital en el espacio llamada Skywatch y el equipo estaba liderado por Batallón, un soldado con poderes psíquicos que fue entrenado por Backlash, un antiguo miembro del Team 7 y uno de los mejores personajes de la época que incluso acabó teniendo su propia colección.

«Aquí empezó todo…»

Con guiones de los co-creadores, Brandon Choi y Jim Lee, arte de Breth Booth, tintas de Sal Regla y color de Joe Chiodo (más algunos artistas invitados), el número «cero» (1993, USA) nos presentaba mediante un flashback a Stormwatch Prime operando en 1978. Es decir, nos mostraba los inicios y cómo con el tiempo ese equipo acabó derivando en Stormwatch One, con el que realmente arrancaba luego la serie. El cómic contaba con personajes que, para no desentonar con aquella época, estaban siempre enfadados o tenían importantes traumas psicológicos. Por supuesto, prácticamente todos ellos tenían actitudes pueriles y más músculos que un culturista y ellas no tenían ni un gramo de grasa en sus cuerpos, por lo que usaban uniformes más parecidos a un traje de baño que a un traje de combate. Triste, pero cierto. Como digo, había detalles interesantes pero la sutileza brillaba por su ausencia y todo lo bueno que se podía intuir acababa diluido en los primeros compases del cómic por culpa de los tropos habituales de la época.

Aparte de su protagonista principal y líder del equipo One, Jackson King (A.K.A. «Batallón», cuyo árbol genealógico resultaría crucial para el devenir de los primeros treinta números y algún que otro cruce con otras series de Wildstorm) el grupo estaba compuesto por Diva (una superheroína italiana cuyo poder supuestamente era del emitir sonidos letales mediante sus cuerdas vocales que además le permitían volar), Winter (ex-espía ruso con la habilidad de absorber energía, canalizarla y proyectarla), Fuji (un gigante japonés con superfuerza y la maldición de tener que estar contenido dentro de un traje especial debido a su radiación extrema), Hellstrike (capaz de lanzar rayos de energía) y Fahrenheit (dotada con la habilidad de manipular ondas de calor); además de otros personajes que se irían uniendo con el paso de los números. Mención aparte, merecen secundarios como Malcolm (el hermano de Jackson), Weatherman One, director de orquesta desde su atalaya y con un look parecido al del capitán Picard de Star Trek (hecho que propició la inevitable alusión continua a la franquicia de Gene Roddenberry por parte algunos articulistas en los noventa) o Christine «Synergy» Trelane, interés amoroso de Batallón. Tanto los buenos como los villanos eran prácticamente trasuntos de personajes de Marvel (principalmente de los mutantes) y DC Comics, llegando rozar el plagio en el 90% de los casos. Evidentemente, la idea era replicar el éxito de los tebeos de dichas editoriales en los noventa y facturar a dolor.

Y claro, los equipos creativos que contaban con los servicios de nombres como Scott Clark y Trevor Scott o Ron Marz y Ryan Benjamin, no tenían el talento necesario para llevar la nave a buen puerto, propiciando que la calidad de las historias fuese bajísima. Pero hay un punto de inflexión dentro de todo este batiburrillo de ideas mal ejecutadas, diálogos paupérrimos y excesos varios. Este se encuentra en el número treinta y siete de la colección regular en Estados Unidos. Y tiene nombre y apellido. Sí, el punto de inflexión para Stormwatch, que acabaría derivando en uno de los mejores tebeos de superhéroes jamás publicados (que ya reseñaremos más adelante también en la web) es sin duda la entrada como guionista titular del excelente Warren Ellis. El británico supo revolucionar Stormwatch prácticamente desde el primer número que escribió (con dibujos de Tom Raney) al introducir personajes clave para el futuro del cómic norteamericano de superhéroes y sentó las bases para lo que vendría después. No sólo salvó la colección del ostracismo y la mediocridad en la que estaba sumida casi desde sus inicios sino que encima le dio un empaque tremendo y el universo en el que habían nacido dichos personajes, convulsionó. Pero eso, queridos lectores, lo analizaremos en un inminente próximo artículo.