Los años noventa. Esa época controvertida y convulsa para el cómic norteamericano que, entre otras cosas, vio como algunos artistas de Marvel Comics, impulsados por un éxito de ventas sin precedentes que les confirió el estatus de estrellas del medio, decidieron abandonar La Casa de La ideas para crear Image Comics. Toda una revolución para la industria norteamericana (y por ende, para el resto del mundo) que aún hoy día continúa nutriendo de cómics las estanterías de muchos lectores tras pasar, eso sí, por varias fases hasta evolucionar y llegar a transformarse, en cierto modo, en el modelo editorial independiente a seguir en la industria estadounidense.
La cantidad de títulos que han llegado hasta nuestras manos desde entonces es ingente pero, en plenos años noventa, con una Image muy diferente a la actual (en la que primaban las garras, los dientes apretados, los músculos y las féminas voluptuosas) nos encontrábamos casi siempre con tebeos en los que muchos personajes eran remedos de personajes de compañías como Marvel (sobre todo) o DC Comics. Poco a poco, a los padres fundadores fueron sumándose otros artistas que también habían demostrado su valía en las majors o pequeños sellos y que encontraron en esta nueva editorial compuesta por estudios independientes (pero sincronizados de algún modo), la vía perfecta para publicar sus trabajos. Uno de esos autores fue el espectacular artista surcoreano Jae Lee (El Vigía, Dark Tower, Los Inhumanos) el cual nos dejó en Image su impactante creación: Hellshock.

Tras realizar en Marvel algunos trabajos de relativa importancia para series como Marvel Comics Presents (su debut como profesional se produce en La Casa de las Ideas dibujando un número de este serial protagonizado por La Bestia), X-Force, Namor o Factor-X, Jae Lee recala en Image para dibujar una miniserie de tres números sobre el universo Wild C.A.T.s. llamada «Trilogy» (con la explosiva Zealot como protagonista). También se encarga del Youngblood Strikefile para Extreme Studios y pronto comienza a preparar lo que sería la obra que nos ocupa hoy. Un factor determinante sería que, en una convención de arte, conoce a José Villarrubia, un formidable colorista español de gran talento y con experiencia ya sus espaldas. Tras hacerse amigos, Lee decide que Villarrubia será quién se encargue del color en el cómic que ha ideado para su primera incursión en el mundillo como artista completo. Así, en 1994, Image Comics lanza en USA este ‘Hellshock’, con Lee como guionista y dibujante y el mencionado José Villarrubia como colorista.
Editado en España en 1995 por World Comics (el sello de Planeta De-Agostini encargado de traer el material de Image a nuestro país) en un tomito de 96 páginas en formato rústica, esta miniserie de cuatro números ha aguantado sorprendentemente bien el paso del tiempo, si la comparamos con otras obras coetáneas como Heroes Reborn o Bloodpool, claro. En ella, se nos narraba la traumática historia de un joven llamado Daniel, que resulta ser el fruto de la unión de una humana con un arcángel caído (un guerrero del cielo de alto rango). Es decir, lo que se conoce como un «nefilim». Los nefilim, en muchas culturas y, especialmente en religiones como la cristiana, son criaturas de extraordinario poder pero a su vez malditas por pertenecer a dos mundos muy distintos. Daniel vive atormentado por no comprender su propia existencia y, pese a su juventud, no es feliz ni logra dar sentido a su vida. Además, experimenta breves conatos de locura, perdiendo incluso la consciencia en muchas ocasiones.
En uno de estos episodios, se topa con Danek Haight, inspector de la policía de Nueva York, el cual atraviesa por su mejor momento y vive atormentado por sus propios demonios también. Además, la relación con su hijo Josh se deteriora más y más cada día que pasa y un oscuro mal acecha al pequeño que vaga por las calles asustado huyendo de su propio padre. Para terminar de enredarlo todo, entra en escena Jonakand, un poderoso arcángel el cual, totalmente desquiciado tras su paso por las salas de tortura del Infierno, logra huir para intentar cumplir el que cree es su destino: estar junto a su amada Isabelle (de la que fue separado a la fuerza hace ya más de veinte años). Pero El Cielo tiene sus propios planes para Daniel y todos aquellos que le rodean. Con tantos escollos en el camino, ¿logrará el joven nefilim alcanzar la salvación que tanto anhela?
Lee toca tangencialmente temas delicados como los malos tratos infantiles pero no llega a profundizar en ello, quedando todo en un segundo plano para dar protagonismo a la trama sobrenatural. Lamentablente, la serie no obtuvo su continuación hasta bien pasado el tiempo (la segunda parte se publicó en 1997 y no llegó a ver la luz en España) y se nota que Lee no logró plasmar realmente lo que él deseaba para esta historia. Como guionista no despunta excesivamente, siendo el apartado artístico el verdadero punto fuerte de Hellshock. El artista surcoreano está increíble en todas y cada una de las páginas del cómic. Influencias tan dispares y poderosas como Miller, Sienkiewicz o Mignola se amalgaman en este dibujante y el resultado final es simplemente espectacular. De hecho, ya en esta época Lee era considerado una superestrella del cómic. Ni que decir tiene que la labor como colorista de Villarrubia es esencial para que la obra brille en este apartado. Las vidrieras, los sucios callejones o las tétricas estancias dibujadas por Lee no lucirían igual sin el buen hacer de este excelente profesional del color. Como anecdota, indicar que en 2007 se editó en Estados Unidos una edición definitiva remasterizada de 144 páginas que recopila toda la obra de Lee y en la que el color de Villarrubia se sustituyó por el de June Chung.
Para concluir, simplemente señalar que Hellshock es una obra más que correcta que ha soportado el paso del tiempo decentemente gracias al llamativo y espectacular arte de Jae Lee pero a la cual se le ven las carencias propias de una época en la que, por desgracia, en los primeros años de vida de la editorial en la que fue publicada se instauró aquello de «la imagen primero» (el eslogan de la compañía y un mal mantra a seguir, como se comprobó después) y no se tuvo demasiado en cuenta un aspecto primordial del cómic como es un buen guion sobre el que cimentar una idea o la historia que vas a narrar. ¿Estamos ante un mal cómic por ello? Rotundamente no. Pero es más que evidente que, con un mejor trabajo en este apartado o el apoyo de un guionista con oficio, quizá estaríamos ahora ante algo mucho más grande. De hecho, su continuación (lanzada en años posteriores) pasó sin pena ni gloria y ni siquiera llegó a nuestro país, como digo más arriba. Quien sabe lo que podría dado de sí esta inquietante trama con mejores mimbres. En cualquier caso, Hellshock es una serie limitada a la cual muchos guardamos cierto cariño y que incluso hoy día sigue deslumbrando en lo visual. Ángeles caídos, criaturas diabólicas, descendencia prohibida, seres poderosos, polícias problemáticos con demonios internos y oscuridad… Mucha oscuridad. Y es que, en aquel momento, ¿quién podía resistirse ante semejante propuesta?