Se ha hecho larga la espera pero por fin tenemos ya en nuestras manos la continuación de «Ether: la muerte de la llamada dorada», magnífico primer volumen de la serie de Dark Horse guionizada por el talentoso (y nominado a un Eisner) Matt Kindt y el sin par David Rubín; editada en nuestro país de manera impecable por Astiberri. «Los gólems de cobre», nos trae de nuevo las andanzas del aventurero e investigador Boone Dias por el mundo de Ether, aunque esta vez con una misión clara y definida para nuestro héroe: cerrar todos los portales entre este mundo de fantasía y La Tierra antes de que las fuerzas mágicas traigan la devastación a nuestro planeta.

La historia arranca con el ex agente Dias encerrado en una prisión en Venecia pero no tardará en salir de allí, gracias a la inesperada visita de una mujer llamada Perdua (la cual pronto revelará su verdadera identidad) que le encomendará una tarea que solo él puede desempeñar: viajar de nuevo a Ether pasa salvar nuestro mundo. Tres enormes grietas que comunican el mundo de Ether se han abierto misteriosamente y es preciso cerrarlas cuanto antes, ya que de permanecer abiertas las consecuencias serían catastróficas. Para llevar a cabo una empresa de este calibre, Dias tendrá que reunirse de nuevo con viejos amigos como Glum (el guardián de la Encrucijada) o Violeta Campana.

El equipo deberá completarse con un hechizador y para ello, recurren a Grandor Boldbody; uno de los mejores de Ether (y también uno de los más peculiares) que no rechazará embarcarse en esta loca aventura. El bueno de Grandor (personaje inspirado en el propio Rubín, según Kindt) es muy divertido y aporta un toque de gamberrismo que le viene muy bien a esta secuela. Con la ayuda de Grandor, este variopinto grupo de seres se embarcará en una misión que va a traer una serie de consecuencias inesperadas para los habitantes de ambos mundos.

Este segundo volumen, nos trae una historia algo más trágica que el primero y, al tiempo que contemplamos el regreso de viejos conocidos, nos presenta también nuevos personajes que podrían dar mucho juego en posteriores entregas. Hay, además, una serie de personajes femeninos que aportan una tristeza que no habíamos visto tan en primer plano hasta ahora y el equipo creativo centra sus esfuerzos en mezclar lo emotivo de esto con el toque de aventura de la misión que deberá realizar el amigo Dias en este maravilloso y, a la vez, extraño mundo.

El guion de Matt Kindt quizá es más liviano que en el primer tomo aunque también es cierto que, una vez conocemos a los personajes, el siguiente paso es verlos en acción por los diferentes paisajes de Ether. También echo en falta algo de esa ornamentación al guion que tenía «La Muerte de la llama dorada» pero lo cierto es que en este segundo volumen es muy entretenido ver cómo Dias y sus amigos se enfrentan juntos a peligrosos enemigos, superan desafíos delirantes y conocen a nuevos habitantes de Ether como Agripa (con su guiño pop que le añade Rubín en la indumentaria), Galo Animin y, por supuesto, a los impresionantes gólems de cobre.

Y es que el verdadero punto fuerte de «Los gólems de Cobre» es, sin duda, el arte de David Rubín. El de Ourense mantiene su nivel habitual aquí, con ese estilo tan particular que bebe del trazo de Paul Pope y la narrativa de Frank Miller. El color sigue siendo pilar fundamental de este cómic y los diseños de personajes, criaturas y escenarios (como Egipto o el Antiguo Bosque Primigenio), son sencillamente alucinantes. Además, la edición española incluye las portadas alternativas a cargo de artistas de la talla de Marcos Martín, Michael Allred, Jen Bartel y colosos como Bill Sienkiewicz o el mencionado Paul Pope. En definitiva, una digna continuación de aquel primer tomo que nos fascinó mucho y, pese a que obviamente ya no sorprende tanto como su predecesor, sigue siendo una historia atractiva que engancha al lector a medida que se sumerge en esta fantasía creada por Kindt y Rubín.