Por fin hemos podido disfrutar en la gran pantalla de la quinta (y última) entrega de las aventuras del aventurero más famoso y querido del séptimo arte. Indiana Jones y El Dial del Destino se ha estrenado estos días en nuestro país y no podíamos estar más contentos con el resultado. El regreso de Indy, bajo las órdenes del director James Mangold (Logan, Cop Land), ha resultado ser una de las experiencias audiovisuales más gratificantes de este año y, lo más importante: una película mucho mejor de lo que esperaban algunos. Cierto es que el listón había bajado con la cuarta entrega (convertida ya prácticamente en un meme de Internet pese a no ser tan nefasta como la pintan muchos) pero es que la despedida de esta saga realmente está a la altura del mito, para disgusto de los agoreros con tiempo libre y demás fauna disfuncional como la que suele pulular por las distintas redes sociales.
Dicho lo cual, pasemos a la critíca en sí, sin spoilers, por supuesto. Para empezar, he decir que James Mangold es un cineasta como la copa de un pino. De lo mejorcito del panorama actual. Y que además lleva ya muchos años brindándonos obras de gran factura y muchísima calidad. Por ello, no sorprende que Disney y Lucasfilm le encargasen a este director el cierre de una de las franquicias más queridas y, por qué no decirlo, que más pasiones levanta, de todas. Huelga decir que hablamos de la despedida del actor Harrison Ford de uno de sus personajes más emblemáticos, por lo que todas esas miradas estaban puestas en el resultado final de la película.

El film arranca de una manera formidable, con un flashback para revivir el vibrante pasado de nuestro protagonista. Así, viajaremos a los últimos coletazos de la Segunda Guerra Mundial y rememoraremos una de esas aventuras clásicas de Indy en las que el famoso arqueólogo se infiltra en un castillo que está siendo expoliado por los nazis, sus más terribles enemigos, para recuperar una famosa pieza que, como ya sabemos (porque él mismo se encarga de recordarnos) debería estar en un museo. El trabajo de «rejuvenecimiento» de Ford aquí es espectacular porque, sinceramente, chirría muy poquito y nos permite disfrutar en todo su esplendor de una secuencia de acción brillante en un tren que nos transporta a esas cintas de aventuras míticas de los ochenta que además, con la legendaria melodía de John Williams de fondo, nos deja un momento que es puro Indiana Jones.
Aquí vemos además por primera vez al actor Toby Jones (en el papel de Basil Shaw, uno de los grandes amigos de Indy) y, como no, al extraordinario actor danés Madds Mikkelsen interpretando al doctor Jurgen Voller, el antagonista de la película. Pronto descubriremos que una facción nazi anda tras la Lanza del Destino (objeto de poder anhelado por Adolf Hitler) pero el doctor Voller tiene sus propios planes: recuperar el mecanismo de Anticitera de Arquímides, el cual podría ser la clave para desentrañar los misterios de los viajes temporales y, de ese modo, cambiar el curso de la historia. Ciertamente, desde los primeros compases de la película el amigo James Mangold se ha metido al espectador en el bolsillo.
El guion de Jez Butterworth, John-Henry Butterworth y David Koepp funciona muy bien porque está pensado para que la historia tenga sus dosis justas de espectáculo, divertimento y, esencialmente, que destile el aroma de las películas clásicas de Indy por todos lados; amén de tener que funcionar como punto y final a las peripecias del amigo Indy. Sin artificios ni cosas raras, una superproducción que al mismo tiempo es una película clásica de aventuras como las de antaño. El reparto principal se completa con la estupenda actriz Phoebe Waller-Bridge (Fleabag) como Elena Shaw, la intrépida (y amante del dinero y los problemas) ahijada de Indy y un más que solvente Boyd Hoolbrook, actor que Mangold conoce muy bien y que nos deleitó con su interpretación de El Corintio, en la serie de Netflix ‘Sandman’, basada en el prestigioso cómic de Neil Gaiman. La aparición de Antonio Banderas es más anécdotica que otra cosa y el resto de actores y actrices del reparto cumplen de sobra, así que no revelaremos más detalles de otras apariciones y cameos para no estropear la experiencia de aquellos que aún no hayan podido ir al cine.

Tras la trepidante escena inicial, la historia nos lleva hasta finales de los sesenta. Concretamente, hasta verano de 1969, dónde encontramos a un Indy ya envejecido, hastiado de todo y a punto de jubilarse como profesor de una universidad de Nueva York. El hombre está punto de llegar a la luna y los nazis que sobrevivieron al conflicto bélico mundial se han infiltrado en diferentes estratos de la sociedad norteamericana (como realmente ocurrió con algunos científicos alemanes y la conocida Operación Paperclip). Así, veremos a la CIA y a un tal «Doctor Schmidt» trabajar en coalición para recuperar el Dial del Destino, lo que llevará a nuestro protagonista a vivir una última aventura en compañía de Elena y el habilidoso ladronzuelo Teddy (interpretado por el joven actor Ethann Isidore). Aunque pronto se descubrirá que el siniestro doctor tiene sus propios (y terroríficos) planes. Viajes a ciudades milenarias, aventuras por tierra, mar y aire, artefactos con poderes sobrenaturales, hostias como panes a nazis y otros personajes infames (como no podía ser de otro modo) y un desenlace de esos de poner a la sala en pie mientras la mayoría de los asistentes aplauden, es lo que te vas a encontrar en esta despedida del legendario personaje al cual el actor Harrison Ford encarnó por primera vez en 1981.
Ciertamente, Indiana Jones y El Dial del Destino es una película magnífica, de esas que evocan al mejor cine de aventuras de antaño. Cine de otra época hecho en el siglo XXI con los medios de ahora y rodado estupedamente por un Mangold que parece dominar a la perfección las historias con personajes crepusculares. Con un reparto excelente, en el que el trío Harrison Ford, Phoebe Waller-Bridge y, especialmente Madds Mikkelsen, brillan con luz propia, estamos ante una cinta de aventuras hecha con mimo y cariño hacia el personaje y su mitología. Pero lo más importante es que nos quita el mal sabor de boca que nos dejó la, por momentos mediocre, Indiana Jones y El Reino de La Calavera de Cristal. Huelga decir que ningún fan del personaje creado por George Lucas (con la inestimable ayuda de Steven Spielberg y Lawrence Kasdan) puede perdérsela porque, si realmente lo es, ya debería saberlo. Una despedida a la altura del mito.